La cabaña del miedo

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

La cabaña del miedo no es más que una pobre remake

Catorce años después de la Cabin Fever original, aquí lanzada directo en video, llega la remake de la historia de cinco jóvenes que alquilan una cabaña en un lago y se ven enfrentados a una enfermedad espantosa y sangrienta que convierte la piel en jirones. Más allá del éxito y de la aparición de Eli Roth como director -aunque luego su carrera no estuvo a la altura de las exageradas expectativas-, tampoco la película de 2002 fue especialmente memorable. Sí había pericia artesanal para narrar, citas más o menos bien dispuestas, cierta cinefilia procesada con decoro. Las arbitrariedades de las decisiones de los personajes, sobre todo en la segunda parte, se disimulaban un poco por algunas dosis de humor zumbón.

Esta nueva versión mantiene los nombres del guión original, y casi todo el guión original. Más allá de los cambios más salientes -la reducción del humor, la eliminación de imágenes que ilustren relatos orales o imaginaciones, la conversión de la música y los golpes de efecto en recursos arteros-, los detalles modificados sólo podrán ser detectados por quienes sean fans de la primera o quienes la vean justo antes de ver la nueva.

La necesidad de hacer esta remake no parece provenir de ningún otro ángulo que no sea el comercial, con el propio Roth como productor ejecutivo. Aparentemente, tampoco ese perfil fue muy logrado, a juzgar por la escasa repercusión de la película en su estreno en Estados Unidos. El director Travis Z es mucho más redundante que Roth en la disposición de la información -un personaje dice "Deliverance" por si la cita no era clara-, hace planos más faroleros y que aportan menos fluidez a la narración, disuelve la referencia a The Thing y no apuesta por la pátina levemente tarantiniana de la original. Y es más convencional a la hora de mostrar sexo y reduce la fotogenia de las protagonistas femeninas. Hay, quizás, un poco más de sangre (en los cuerpos y también vomitada), más intensidad en los gritos y más brillo en la imagen, pero eso no nos hace salir de la pobreza.