La araña vampiro

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

El Absurdo de Existir

(Parte de esta crítica se puede encontrar en un Dossier sobre el último BAFICI)

En Los Paranoicos, su ópera prima, Gabriel Medina construyó una comedia negra que tenía bastantes chistes internos relacionados con los estudiantes de la FUC y tuvo buena repercusión por el carácter patético y perdedor de su protagonista a cargo de Daniel Hendler. La Araña Vampiro es mucho más difícil de definir. ¿Una comedia negra? ¿Una aventura existencialista?. No sé. Lo cierto es que me hizo recordar a dos obras que me encantan: The Shooting de Monte Hellman y El Aura de Fabián Bielinsky.

Un padre (Awada) con su hijo (Piroyanski) viajan a una cabaña en medio de las sierras cordobesas. La misión es alejar al veinteañero del caos urbano y si es posible curar su hipocondría. Sin embargo, todo empeora cuando al pibe lo pica una araña vampiro. Según los médicos no es nada, pero el chico se siente realmente mal y acude a un tipo de chamán local que le advierte que si no le pica nuevamente otra araña vampiro se va a morir. Por lo tanto, parte inmediatamente con un guía (Sesán) rumbo a las montañas para ubicar el nido de la famosa araña.

A partir de ahí, Medina sigue a los dos protagonista a través de los bosques. A pesar del silencio y la monotonía, a diferencia de otras obras del último BAFICI como El Espacio entre los Dos o Igual si Llueve, en este recorrido sí se empiezan a manifestar extraños síntomas en los personajes. La locura, paranoia y esquizofrenia se va apoderando de ellos.

La sensación de perdición se transmite lógicamente al espectador; la tensión crece, pero todo parece formar parte de un chiste delirante. Ese extraño humor es lo que caracteriza al cine de Medina. Los climas son sublimes gracias a la notable fotografía de Lucio Bonelli.

Es un relato de suspenso, un drama algo esotérico. Piroyanski es uno de los actores más expresivos y divertidos que hay en este momento en Argentina. Se le puede criticar cierta repetición, pero su carácter introvertido y miedoso funcionan perfecto con la historia de La Araña Vampiro. Es notable el trabajo de Jorge Sesán, que evoluciona y tiene picos de violencia que hielan la sangre. Por último, Alejandro Awada está muy contenido y logran una actuación natural y realista.

Como en The Shooting o El Aura, existe la duda de estar realmente entendiendo si lo que sucede es real o no. Hay una caminata muy extensa, un deambular que parece eterno hacia ningún lugar y se genera la incertidumbre: ¿por qué el personaje realiza esto? ¿A esta altura lo que le sucede es real o producto de su imaginación? ¿Cuánto de charlatanes tienen los personajes locales, el guía, el chamán y la chica que lo llevan a su meta? Todo tendrá una justificación en la resolución.

La Araña Vampiro se construye en sensaciones, no en contenido. Así como en el segundo film de Bielinsky, la geografía argentina toma protagonismo como una suerte de brújula que decide el destino de los personajes.