La araña vampiro

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El aguijón interior

Cabe aclarar que esta película fue presentada en el Bafici de este año, resultó ganadora, con una versión distinta a la final que se estrena comercialmente pero que más allá de esos cambios o retoques finales del propio director la esencia de uno y de otro film quedó intacta. El agregado de una banda sonora diferente y la introducción de una escena sumada a la supresión de 5 minutos del metraje original son los cambios de la nueva película de Gabriel Medina, La araña vampiro.

Casualidad o no que el director de Los paranoicos comience a armar su relato en base a una estructura precisamente paranoica o en su versión remozada hipocondríaca que no es otra cosa que un aspecto visible de un tipo de paranoia.

La premisa es muy sencilla: Jerónimo (Martín Piroyansky, premiado por su actuación en Bafici) realiza un viaje junto a su padre (Alejandro Awada) para descansar en una cabaña en las sierras cordobesas, alejada del mundanal ruido y la dinámica citadina. El viaje parece contemplar dos objetivos que de cierta manera se relacionan, por un lado el acercamiento con su padre para romper una distancia y comunicación débil evidente y por otro el cambio de aire para mitigar sus ataques de pánico y atemperar una conducta signada por el temor, la inseguridad personal y el miedo al cambio.

Con cierta desconfianza, el protagonista realiza el esfuerzo de acomodarse a su nuevo escenario y entorno hasta que un accidente provocado por la picadura de una araña, a quien Jerónimo logra identificar y matar, detona una serie de eventos desafortunados que modifican el rumbo de la historia y el registro paranoico del comienzo se convierte o vampiriza en una travesía caótica, errática, por momentos asfixiante y en otros sumamente hipnótica y de autoconocimiento.

Al empezar a experimentar cambios en su cuerpo por la picadura, Jerónimo busca respuestas primero en la medicina tradicional y luego acepta transitar por caminos alternativos a los que lo lleva primero una misteriosa joven del lugar (Ailín Salas) y luego un extraño baqueano de apellido Ruiz (Jorge Sesán) con quien emprende una travesía de ascenso y descenso espiritual impresionante.

Casualidad o no esa es la pregunta que no tiene respuesta en La araña vampiro, sugerente opus donde se habla muy poco pero se dice desde el silencio, o el soliloquio de un baqueano que delira (gran actuación de Jorge Sesán) que las transformaciones personales requieren enormes sacrificios o por lo pronto pérdidas materiales o simbólicas que nos atan a la inercia de nuestro propio temor al cambio o modifican considerablemente nuestro punto de vista en relación a la percepción de la realidad.

No es nada justo encasillar en un género a esta película audaz dedicada al budismo por su director aunque en ella se jueguen constantemente con elementos y códigos del fantástico o del terror. En resumen estamos en presencia de un film inclasificable, hipnótico, profundo y atractivo desde su concepción cinematográfica.