La araña vampiro

Crítica de Carolina Soria - Fancinema

Esa maldita araña

Cuatro años después del estreno de Los paranoicos, el director Gabriel Medina presenta su segundo largometraje, una propuesta afortunadamente diferente que se vio en el último BAFICI con muy buen repercusión: La araña vampiro. El film, protagonizado por Alejandro Awada y Martín Piroyansky, se mete con la naturaleza, los mitos y las relaciones paterno-filiales.
A través de un relato clásico, la historia se sitúa en las sierras cordobesas, lugar al que acuden un padre y su hijo un tanto conflictuado (los mencionados Awada y Piroyansky) para compartir un tiempo a solas. A los evidentes conflictos psicológicos por los que está atravesando el adolescente, se le suma la picadura letal en el brazo de la “araña mala” o “araña vampiro”.
Este episodio es el quiebre donde los personajes comienzan una carrera contra el tiempo en la búsqueda del antídoto (ser picado nuevamente), debiendo el personaje ser guiado por un lugareño alcohólico (Jorge Sesán) por los bosques deforestados de una montaña. Con un estilo preciso, el director sabe manejar con inteligencia los tiempos de cada escena, y las situaciones dramáticas son abordadas desde lo cómico más de una vez.