Kryptonita

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Imaginen esto: Diego Capusotto como el Joker, irrumpiendo en la guardia de un hospital bonaerense sitiado por la policía, y enfrentándose a una especie de versión villera de la Liga de la Justicia. Guau, qué imagen mas volada. Francamente la secuencia es deliciosa, lástima que el resto del filme no le va en saga. Kryptonita es un experimento mas intelectual que entretenido, que sirve como una delicatessen apreciable por un puñado de selectos dotados de paladar delicado - una camada de nerds argentos amantes del comic -. Es una elaboración ingeniosa de la mitología de los superhéroes a la criolla, lástima que la historia de fondo no termina de ser satisfactoria. Quiten trajes, superpoderes y segundas lecturas, y verán que la historia del médico de guardia - de vida amarga y solitaria, y que sobrevive a un sitio policial de 12 horas en su lugar de trabajo, infestado de violentos malhechores - no es tan redonda como debiera.
Si hay un filme con el cual uno podría emparentar Kryptonita, ése sería Zenitram (2010). No sólo ambos tienen superhéroes, sino que funcionan como una especie de alegoría peronista de la realidad argentina, sea la actual o la histórica. Los superhéroes provienen de la villa, maltratan a los ricos y benefician a los pobres, y no dejan de ser ignorantes de buen corazón a los cuales el destino les ha mezquinado la educación a cambio de un poder excepcional. Ciertamente Zenitram era un producto mas burdo y de sensaciones encontradas - el superhéroe era una especie de idolo maradoniano viviendo en una realidad alternativa adoradora de la iconografía peronista como los monumentos y posters gigantes, los coches de marca Justicialista y el culto a la persona - que no dejaba de regurgitar las macanas de la vida real del Diego en otro contexto (una visión romántica del peronismo / menemismo) y pretendiéndolas vender como si fueran salidas cómicas. Kryptonita, por el contrario, tiene bastante mas personalidad: Leonardo Oyola demuestra ser un buen conocedor del mundo del comic y, en vez de quedarse en la anécdota, se las ingenia para darle tridimensionalidad a los personajes - en especial el de Lady Di (o la versión argenta y trasvestida de la Mujer Maravilla) - a la cual le da parlamentos muy interesantes, amén de jugar con lo inusual de la propuesta. Uno nunca sabe si estos tipos no dejan de ser una camada de drogones que imaginan cosas, si es el médico (posiblemente dotado de cultura comiquera) que reinterpreta lo dramático de la situación en términos fantásticos, o si realmente se trata de un grupo de chabones con superpoderes. El tema es que los superhéroes villeros ayudan a los pobres, combaten al Capital a su manera, son enemigos mortales con la policía bonaerense - cuerpo de seguridad de fama dudosa si los hay -, y confían en las cámaras del canal Crónica como garante de imparcialidad. Sumen a eso los nombres del cast (y su filiación política), la K en el título, la historia de la dignidad transexual, el empoderamiento de los pobres en el cono sur, el castigo a los millonarios...y veremos una opera fantástica con ribetes kirchneristas.

Honestamente, no hay nada malo en que la ideología se mezcle con la fantasía; casi diría que se trata de una condición sine qua non de la ficción fantástica argentina. Desde El Eternauta de Oesterheld hasta la Invasión de Borges & Bioy Casares, la literatura fantástica criolla ha utilizado la metáfora como manera de abordar una realidad política tan candente como inescrutable - imposible de discutir en términos racionales debido al exceso de dogmatismos y apasionamientos -, amén de proveer un mecanismo para difundir discursos y utopías. Kryptonita parece caer en esos tópicos al intentar un speech de "dignidad villera" - individuos ignorantes pero de gran corazón que promueven el cambio desde la marginalidad y reestablecen el orden social que el gobierno ha alterado - que rápidamente es bastardeado cuando Faisán / Linterna Verde muele a golpes al médico de la guardia, el cual no deja de ser un laburante de clase media que tuvo la desgracia de estar trabajando en el lugar y momento menos indicado. No sólo contradice y rebaja la condición de héroes de los protagonistas, sino que los convierte en amorales egoístas a los cuales sólo les interesa su supervivencia y sus propias causas sin considerar a los terceros que los rodean. De ser así, entonces, ¿cuál es el mérito del superhéroe villero?.

Aún así, hay muchas cosas destacables en Kryptonita. Oyola toma todo esto y lo convierte en una especie de Universo 52 ambientado en la Villa 31. Desde ya, abundan otras contradicciones: si son tan superpoderosos, ¿por qué no pueden simplemente escaparse de la policía - una camada de simples mortales - por los tejados?. ¿Por qué no ir al Hospital Alemán u otro nosocomio mejor dotado para reestablecer la salud de su jefe?. ¿O por qué no utilizar la sabiduría omnisciente de la versión argenta de J'onn J'onzz para tomar decisiones como la gente?. Quizás el punto sea que estas personas no logran alcanzar la plenitud de sus superpoderes debido a su propia ignorancia.

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De todos modos las virtudes superan los defectos de Kryptonita. Nico Vazquez, por ejemplo, resulta ser toda una sorpresa; está genial como pibe cabeza, malhablado y violento, versión argentina de Linterna Verde que sólo piensa en apretarse a una Dama Halcón a la paraguaya. El otro que descoya es Lautaro Delgado como Lady Di, la Mujer Maravilla travesti, el cual recarga su historia de origen con mucho sentimiento. Diego Cremonesi rezuma misterio como El Ráfaga (o Flash, versión villera), y Diego Velazquez aporta dignidad como el médico de la guardia, protagonista del relato. Palomino hace lo suyo, lástima que está limitado a un cameo extendido y algunos flashbacks; y ni que hablar de Capusotto, que uno quisiera que hubiera tenido mas tiempo de pantalla - sólo figura en un par de escenas como el desquiciado mediador de la diabólica Bonaerense, Guasón a la argentina que tiene los mismos tics de Sergio Corona (y de él toma el apellido) - y fuera el antagonista principal; el tipo rebalsa de gracia e intensidad, y me animaría a ponerlo en el panteón de perfomances memorables del Joker al lado de Ledger y Nicholson. El único que desencaja es Pablo Rago, el cual carece de carisma como Batman (lo gracioso es que su historia de origen ambienta el asesinato de sus padres a la salida del Ital Park!) y se reduce a recitar sus parlamentos de manera robótica; pero ése ya es un problema endémico del cine argentino, en donde el personaje encargado de las exposiciones largas (como pasaba con Federico D'Elia en Los Simuladores) termina siendo reducido al papel de locutor, el tipo encargado de vomitar las alocadas explicaciones del autor, en vez de ser un personaje con auténtica carnadura.

Sin lugar a dudas Kryptonita es un título de culto; y, como tal, está reservado a las minorías. Para la mayoría - que no hilan la mitología de los superhéroes de la DC Comics - le parecerá un disparate; para otros es un drama demasiado estático considerando que ofrece versiones alternativas de reconocidos personajes. Yo creo que es un experimento intelectual válido y muy interesante, apreciable sólo por unos pocos. No es un filme de acción, la falta filo como comedia, es sólo una alegoría bastante bien elaborada... lástima que el drama de fondo no es movilizante - ¿realmente el médico se ha vuelto mejor persona gracias a las horas que pasó con estos facinerosos disfrazados? -, y es mas una curiosidad bien hecha que un filme innovador y emocionante.