Julieta

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Intensa-mente

Tras su paso el mes pasado por la Competencia Oficial del Festival de Cannes, se estrena en la Argentina el más reciente largometraje de Almodóvar, que significa su regreso al melodrama y a las historias sobre mujeres. Emma Suárez (actriz-fetiche de Julio Medem en la década de 1990) y la joven Adriana Ugarte interpretan al personaje del título en distintas épocas para una propuestas que, esta vez, se admira más de lo que se siente. Además de esta reseña, OtrosCines.com presenta un especial con entrevistas al director, a las dos protagonistas y un listado de los films españoles favoritos del director de Volver y Todo sobre mi madre.

El director de Atame, Todo sobre mi madre y Hable con ella regresa al universo femenino con Julieta, la historia de una conflictiva relación madre-hija narrada durante tres décadas (hay escenas que transcurren en 1985, 1998, 2003 y 2016 con una estructura no lineal que va y viene en el tiempo) que aborda el dolor de la protagonista cuando su hija la abandona con apenas 18 años y luego no sabe nada más de ella. El personaje principal -una profesora de filología clásica- es interpretado por dos actrices: Adriana Ugarte entre los 25 y los 40; y Emma Suárez (Vacas, La ardilla roja, Tierra), de los 40 en adelante.

Ensayo sobre la ausencia, la culpa, el sino trágico, el castigo y la búsqueda de la redención, Julieta es un melodrama clásico -aunque un poco más sobrio y contenido que de costumbre- con varias muertes (por enfermedades, accidentes o suicidios), cartas desgarradoras, viajes en trenes que remiten al cine de Alfred Hitchcock (Pacto siniestro), un par de escenas de sexo apasionado, un único tema musical (de Chavela Vargas, por supuesto) y, claro, un diseño de producción extraordinario para una valiosa vuelta de Almodóvar al mundo de las mujeres con mayoría de nuevas intérpretes (por allí aparece, de todas maneras, la genial Rossy De Palma robándose cada uno de los planos en los que incursiona). Una renovación necesaria para un universo que sigue siendo reconocible.

Más allá de sus indudables atributos de este y otros films recientes, con los años el realizador de Volver, Mujeres al borde de un ataque nervios, Los abrazos rotos y La piel que habito parece haber perdido cierta fluidez, desprejuicio, ligereza, ferocidad y encanto. Todo luce ahora mucho más articulado y calculado, virtuoso y manierista. Las referencias cinéfilas, el uso de las imágenes y la música de Alberto Iglesias generan un distanciamiento que se contrapone a la (no siempre lograda, pero sí anunciada) intensidad dramática de los conflictos. La empatía y la identificación, por lo tanto, se hacen cada vez más difíciles. El cine de Almodóvar, ese que antes se palpaba y se sentía en las entrañas y en el corazón, ahora simplemente se admira.