Jamás llegarán a viejos

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

"Creo que la Segunda Guerra Mundial es mi guerra favorita". Eso se decía -con no poca gracia- en Pequeños guerreros, de Joe Dante, y esa segunda también ha sido la favorita del cine en general. Pero también la Gran Guerra ha tenido sus películas fundamentales, como por ejemplo La gran ilusión, de Jean Renoir.

Y ahora -en realidad, en 2018, al cumplirse un siglo desde su finalización- se ha sumado este osado documental del neozelandés Peter Jackson acerca de soldados británicos que participaron de la Primera Guerra. Este es un film de archivo, con una selección de audios de la BBC y de imágenes que son parte de las colecciones del Museo Imperial de Guerra británico.

Desde una primera unión más tradicional, esta película emprende un camino que va desde la yuxtaposición hasta la amalgama, la puesta en color, la ampliación del campo de batalla en términos técnicos y de encuadre, y literales.

La Primera Guerra Mundial, la primera con cámaras en las trincheras, es aquí objeto de un inusual acercamiento fílmico, que es a la vez un estudio de la época y sus costumbres (sobre todo al principio, antes de los horrores y penurias), una recuperación de las experiencias de algunos de sus protagonistas y un prodigio de la preservación y de la manipulación de lo preservado. Jamás llegarán a viejos es una película que cree en la historia y a la vez confía en las formas y posibilidades del cine del presente. El resultado es un cine bélico anómalo, enjundioso, específico y singular.