It (Eso)

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Llega la esperada nueva adaptación de, uno de los libros más leídos de Stephen King, It. Esta vez dirigida por Andy Muschietti.
Es verano, se termina la escuela y ellos son niños que deberían pasar su tiempo libre jugando y divirtiéndose. Pero no es un año cualquiera en un lugar que no es cualquier lugar tampoco. En el pueblo de Derry pasan cosas extrañas que todos parecen ignorar y este año, en particular, empiezan a desaparecer misteriosamente muchos niños. Uno de ellos es el pequeño Georgie, hermano menor de Bill, uno de los protagonistas que será parte del club de los Perdedores. Un grupito de niños que parecía no encontrar su lugar en el pueblo hasta que sus caminos convergen y se encuentran entre ellos. La desaparición de Georgie no va a quedar fuera de cuadro. Al contrario, esa secuencia inicial ya sitúa el tono perturbador que busca la película.

En It hay casi dos películas en una. Por un lado, la de terror, la que se enfoca en sustos y en retratar pesadillas que se tornan cada vez más reales; y por el otro, la de la amistad en esa época entre la niñez y la adolescencia, acá reforzados por un ambiente que siempre les es hostil a los protagonistas. Ambas se fusionan, pero en general es esta segunda la que va ganándole lugar a la otra.

A partir de extrañas pesadillas vivientes que le van sucediendo a cada uno de estos niños en cuestión, que los enfrentan directamente a sus mayores miedos, es que Bill, Stan, Eddie, Richie, Beverly, Ben y Mike van a pasar su verano tratando de encontrar una manera de derrotar a este ente maligno, esta “cosa” que suele aparecer tomando la forma de Pennywise, el payaso.

Las problemáticas que sufren los niños en su día a día, antes de ser Pennywise su principal antagonista, siguen siendo tan actuales como siempre. El bullying en la escuela, el maltrato y el abuso por parte de los adultos. Eso sí, acá es todo llevado hasta los extremos, porque en Derry nada es normal, todo parece estar bajo una maldición que saca lo peor de cada uno de modos casi irracionales. En el medio se van retratando cuestiones propias de la edad, como el despertar sexual o un primer enamoramiento. A la larga, crecer es lo más aterrador.

La película dura más de dos horas y contó con muchas reescrituras de guion. La empezaron escribiendo Cary Fukunaga (quien iba a dirigirla antes de diferencias creativas y problemas de presupuesto) junto a Chase Palmer pero fue luego Gary Dauberman (el mismo de la actualmente en cartelera Annabelle 2) quien terminó de tocarlo hasta darle forma para que pudiera encajar, incluso, con el presupuesto que tenían de unos 35 millones de dólares.

Estas reescrituras se ven inevitablemente reflejadas en algunas cuestiones a la hora de presentar y desarrollar personajes, quedando algunos más desdibujados que otros, sin poder terminar de ahondar en cada uno de sus traumas por igual. Después, así como sucede con los personajes, las interpretaciones infantiles también son desparejas, aunque la mayoría funciona, destacándose mejor Sophia Lillis como Beverly, más allá de que su personaje termine cerca del final ocupando una posición poco feliz en la historia: el de damisela en apuros.

Por otro lado, fue Bill Skarsgard quien tuvo la no fácil tarea de convertirse en esta nueva versión de Pennywise, aquel personaje que popularizó Tim Curry en la miniserie de 1990. La idea parece, sin dudas, despegarse de aquella, ese payaso de aspecto infantil, para convertirse en algo más parecido a un psicópata. Para generar miedo se cae en sustos inesperados varios y en algunas secuencias pesadillescas (hasta con referencia directa a Mama, del propio director), unas más efectivas que otras. No obstante, el uso y abuso que se hace del aumento de volumen en estas escenas en cierto momento comienza a molestar. Pero en Skarsgard hay más que disfraz y maquillaje y es lo que está en sus ojos, en esa sonrisa perversa y en su risa maníaca.

La historia está ubicada a fines de los 80 y, sin embargo, a diferencia de Stranger Things por ejemplo (es imposible no mencionarla por la clara influencia que tuvo de King la serie y porque hasta repite un actor), no se regodea en esa nostalgia sino que, en cierto modo, se la siente aggiornada y moderna. Hay referencias ochentosas y música de esa época pero aparecen de un modo que se percibe más auténtico.

Otro punto a favor que tiene el film es el arte. Se juega además mucho con las perspectivas en las escenas principales de terror. La fotografía de Chung-hoon Chung (quien suele trabajar con Chan-wook Park) también está muy lograda.

Eliminando la estructura original de la novela, que iba entre tiempos narrativos para terminar de construir cada una de las dos apariciones de Pennywise, -la que los encontró como niños y la que luego los encuentra como adultos-, acá sólo tendremos acceso de manera lineal a la primera. La idea es hacer la segunda parte con ellos como adultos y, si bien todavía no hay nombres ni siquiera para la producción, es sabido que va a suceder tras el increíble éxito que está teniendo este primer capítulo.