Intruso

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Alguien te está mirando

La película aburre porque las situaciones (el intruso nunca descubierto) son inverosímiles.

Lo dijimos quichicientas veces, y seguro lo volveremos a decir otras tantas: el género de terror, a veces, muchas veces, demasiadas veces, se reitera. En Intruso lo que abruma, cansa, hace bostezar no es la acumulación de atrocidades sino la inverosimilitud de la(s) situación(es).

Elizabeth es una cellista, dato que realmente no tiene demasiada importancia. Más lo es que se quedará en su casa solita en medio de una fuerte tormenta y que recibirá, sin percatarse, la visita inesperada del intruso del título.

Con el cine de Hitchcock, perdón por la comparación, se podía sufrir desde la platea porque a veces el espectador sabía más que el protagonista. Y aquí pasa eso, claro, pero el sufrimiento es por otra cuestión. Hastío, apatía, tedio, indiferencia, su ruta.

Elizabeth, que evidentemente debe tener graves problemas auditivos y de sensibilidad corporal, porque sino es imposible que no escuche al intruso, no se despierte cuando éste le acaricia la mejilla mientras ella duerme plácidamente, sufrirá. Es justo: no hay por qué afligirse de un solo lado de la pantalla.

Louise Linton es Elizabeth, también productora del filme, y ya había trabajado con el director Travis Zariwny en la remake de La cabaña del miedo. La reconocerá fácil, es rubia, sufre y grita mucho. Sí, ella.

Por allí está el músico Moby (descendiente de Herman Melville, autor de Moby Dick, de ahí su pseudónimo), pero no es más que un guiño.

La película tiene vueltas de tuerca (alguien tendrá que morir), y Elizabeth tiene un muerto no en el ropero, sino debajo de la cama. Y si ella no siente el olor, bueno, ya tiene demasiados problemas sensoriales.