Insurgente

Crítica de Diego Papic - La Agenda

La distopía de la semana

De las adaptaciones de novelas ‘young adult’, Divergente no es de las mejores ni de las peores, pero esta segunda entrega desciende un escalón.

El momento en el que el trabajo de crítico de cine se convierte en un trabajo real es aquel en el que uno tiene que ver estas películas que en apariencia no son ni malas ni buenas, que simplemente funcionan dentro de un universo de franquicias, novelas young adult, estrellas en ascenso que el tiempo colocará en su lugar y directores y guionistas profesionales –algunos con más pericia que otros, todos correctos– cuyos nombres se repiten dentro de este panorama.

En realidad siempre es un trabajo, pero digo en este caso trabajo porque tiene la cuota de tedio que uno asocia a la palabra trabajo. Porque, por supuesto, dentro de esas toneladas de películas que parecen todas iguales entre sí, hay algunas que son mejores, otras peores, otras que se parecen, otras que sólo en la superficie, y uno se ve ante la tortuosa tarea de separar la paja del trigo.

Pues bien: la serie Divergente pertenece al conjunto de películas young adult que resultan exitosas y que aunque no alcanzan la calidad de otras como Los juegos del hambre tampoco son un desastre como El dador de recuerdos o Maze Runner – Correr o morir u, ¡horror!, Cazadores de sombras: Ciudad de huesos. Hay algo atractivo en esa Chicago postapocalíptica y en Shailene Woodley como una sub-Jennifer Lawrence lanzada a la Revolución contra una estado totalitario.

Primero hay que comerse la galletita de la premisa: futuro distópico, sociedad dividida en “facciones” que representa cada una una virtud (todo muy Pitufo, aunque al revés). Ellas son Abnegación (es la facción que gobierna), Erudición, Cordialidad, Osadía y Verdad. Cuando los jóvenes cumplen 16 años hacen una prueba de aptitud en la que se les informa a qué facción pertenecen, un poco al estilo del Sombrero Seleccionador de Harry Potter pero sin magia y con una excusa científica.

Pero a diferencia de Harry Potter, acá el joven puede elegir su facción independientemente de cuál le ha tocado en suerte. Y también hay otra posibilidad: que el sujeto no pertenezca a ninguna de las cinco, o más bien que tenga un poco de cada una, en cuyo caso es un Divergente y se transforma en una amenaza a la sociedad porque no puede ser controlado.

Nuestra heroína, Tris (Woodley), lo adivinaron, es Divergente, pero pudo zafar de la estigmatización y la anotaron en Abnegación, de donde es su familia. Ella eligió, lo adivinaron tambíen, Osadía. La primera entrega de Divergente se estrenó el año pasado y resultaba una especie de prólogo que nos introducía en este mundo disparatado que, si uno estaba dispuesto a no reclamarle demasiada verosimilitud, funcionaba y entretenía.

Parecido a Los juegos del hambre, lo mejor era la parte del entrenamiento en la que se mezclaba acción con ciencia ficción con estudiantina. Esta segunda película, que adapta el segundo libro de la trilogía, gana intensidad pero pierde interés –extraña combinación, pero así es– porque la aventura se vuelve más prosaica, más bélica, más allá del McGuffin de la caja que sólo puede abrir un Divergente y que contiene unos secretos guardados por los fundadores de esa sociedad extraña y que cambiarán el curso de la historia en las últimas dos películas (a estrenarse en 2016 y 2017, que adaptan el tercer libro de la trilogía).

Lo que le falta a Insurgente es esa complejidad política de Los juegos del hambre. Tampoco es que la serie de Suzanne Collins sea El 18 Brumario –apunta a un público adolescente, seamos buenos– pero al menos plantea cuestiones interesantes en torno a la heroína y la opinión pública, a los líderes revolucionarios y demás. Y por supuesto, Los juegos del hambre tiene un seleccionado de actores maravillosos que aunque en su gran mayoría ponen el piloto automático, siempre brillan: Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman, Stanley Tucci, Woody Harrelson, Donald Sutherland, además de Jennifer Lawrence, que ya es sin dudas una de las mejores actrices de su generación.

Todo ese plus le falta a Insurgente, a pesar de que en esta segunda entrega se introduce el personaje de Naomi Watts, que seguramente tendrá mucho más protagonismo en las próximas películas: se trata de Evelyn, la líder de los Abandonados, que son aquellos que no encajaron en ninguna de las cinco facciones principales ni tampoco son Divergentes.

Escribo esto y me parece una pavada. Quizás la virtud mayor de Insurgente sea que, mirándola, no parece tan pavada.