Inframundo: Guerras de sangre

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Vampiros y Hombres Lobos, dos de los seres monstruosos más antológicos de la historia del cine, vuelven a verse las caras en esta quinta entrega de la saga iniciada en 2003.
Desde las representaciones clásicas de la Universal, la pulsión sexual la Hammer y/o AIP, la recreación posmoderna de Columbia en los ’90, o el romanticismo teen de Crepúsculo, ambas figuras adaptaron sus estilos a las diferentes circunstancias.
El estilo de la historia iniciada por Len Weisman hace más de una década, se asemeja lejanamente al cyber punk impuesto por Matrix, entregado ciento por ciento a la acción. Aunque aquí está la cuestión, Inframundo es una saga que fue mutando.
Habiendo comenzado como una muy muy libre adaptación de Romeo y Julieta en su primra entrega, fue hacia los inicios en su tercera parte, para emprender un camino más ligado al “ritmo videojuego” en su cuarta y hasta ahora, última película.
Guerras de Sangre, toma la historia donde la abandonó la entrega anterior, y en espíritu es a la que más hará recordar, pese a centrarse en varias intrigas palaciegas similares a la del film original.
Selene (Kate Beckinsale) no solo perdió a su amado Michael (si en “El Despertar” era risorio como empezaron a desprenderse del personaje, hay que ver como lo borran aquí de un plumazo), sino que tuvo que dejar ir al fruto de esa relación, su hija… que también es otro personaje que el guion se encarga de limpiar como puede.
Cansada de tanta batalla, solo busca algo de paz, pero los bandos la buscan. Una nueva horda de hombres lobo, o Lycans como los llaman acá se ha despertado bajo el liderazgo de Marius (Tobias Menzies) y está dispuesto a atacar nuevamente a los vampiros.
A su vez, una casta de vampiros trata de defenderse encerrados en una torre, liderados por Semira.
Ambos bandos buscan a Selene por su sangre y para que revele el paradero de su hija, paradero que desconoce. La sexy vampira deberá intervenir a la fuerza, ayudada por David y Thomas (Theo James y CharlesDance, que regresan de la película anterior) a los que les aguada alguna revelación.
Así, Guerras de Sangre va multiplicando sus capas y arcos argumentales, hay otra historia de amor vampira-hombre lobo, buenos que no lo son tanto, luchas por llegar al trono vampiro, venganzas varias, una tercera raza similar a las momias (el monstruo clásico que faltaba), y varios etcéteras. ¿Puede el guion de Inframundo 5 resolver todas estas aristas? No.
Más allá de que claramente son películas para fans que lo perdonan todo, los problemas de este quinto film son notorios aún para el más confiado, casi como si se los estuviese subestimando.
Los Lycans tienen menos presencia que nunca, Marius está lejos de ser un personaje líder, Semira posee varios intereses para actuar del modo pérfido en que actúa, pero nunca despega como un verdadero personaje con peso; todo es Selene. Sí, si esta saga llegó a su quinta entrega en gran parte es por Beckinsale, pero aquí a la actriz británica se la ve cansada, lejana a las escenas de acción – con una doble de riesgo que no se le parece en nada – y desconectada de todo lo que le sucede que no es poco.
Guerras de Sangre es una secuela poco inspirada, perdida en medio de varias historias que se confunden y no todas terminan resolviéndose, y con varios momentos que causan gracia involuntariamente. ¿Saldrán los seguidores de las aventuras de Selene y Cia satisfechos? Cada uno hallará su respuesta, mientras tanto, esto no parece estar cerca a acabarse.