Inacayal, la negación de nuestra identidad

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Cuando el año pasado tuve la posibilidad de visitar por primera vez la ciudad rionegrina de Bariloche, además del hermoso paisaje, una de las cosas que más me impactó fue entrar a la lujosa catedral y encontrarme con unos ventanales vitreaux que en palabras más, palabras menos representaban la “relación”, el “encuentro” entre el General Roca y sus soldados con los habitantes originarios a la manera de La Pasión de Jesucristo, con Roca siendo dilapidado por los salvajes habitantes, y los soldados heroicos llevando a cabo una suerte de liberación santa.
La misma sensación causa ver en la plaza del Centro Cívico una estatua de Roca, o entrar al museo histórico de la Ciudad y toparse con textos e insignias que enaltecen la llamada Campaña al Desierto. La clave está en esas tres palabras negadoras, Campaña al Desierto, extraño desierto que en verdad estaba ocupado por otros habitantes a los que les correspondía naturalmente la tierra. Cierto es que no fue la única “Campaña” llevada a cabo, pero sí se reconoce a la de Julio Argentino Roca como la más terrible y sanguinaria.
De esto trata Inacayal, la negación de nuestra identidad, documental dirigido por Myriam Angueira y Guillermo Glass, de un verdadero genocidio al que se lo ha ocultado por años. Hubo un tiempo en que a nuestro país le fue ocultada gran parte de su historia, un tiempo en el que todos eran próceres, y antes de que se instalara el Virreynato no había en estas tierras más que una población incivilizada.
Por suerte, esto paulatinamente está cambiando y a través del surgente revisionismo histórico del cual esta película es parte se pueden conocer los hechos como verdaderamente ocurrieron. Hablamos de un documental histórico de factura tradicional, hay testimonios de los descendientes de aquellos habitantes originarios, de investigadores e historiadores, hay reconstrucciones históricas, y no se escapa (porque no se busca hacerlo) a cierto didactismo.
Se habla de la matanza, de una civilización diezmada, y de cuestiones de política y poder, y es imposible no trazar algún paralelismo actual, más cuando algunos apellidos y “agrupaciones” nos resulten demasiado cercanas y familiares.
En una búsqueda abarcadora, Angueira y Glass van de lo general a un caso particular, el del Cacique Modesto Inacayal, que da título al trabajo, y qué, al igual que otros miles fue muerto en las Campañas, y sus restos fueron llevados al Museo de La Plata en el que para ser exhibidos en la sección de Paleontología y Antropología fueron investigados y desmembrados como si tratase de una raza animal exótica o directamente un ser extraterrestre.
Ahí, podremos ver el trabajo llevado a cabo para la recuperación parcial de esos restos en 1994 para poder llevar a cabo el debido ritual que permita a sus huesos descansar en paz. Inacayal, la negación de nuestra identidad habla de una sociedad a la que aún le cuesta aceptar y reconocer que antes que lo que conocemos, había otra civilización, distinta sí, pero tan valedera como la nuestra, y a la que hay derechos adquiridos que reconocerles por más intereses creados que haya, No es una voz que se escuche demasiado, todo lo contrario, y ahí radica el gran valor de un trabajo formalmente correcto