Hotel infierno

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Estrenada durante el Festival Buenos Aires Rojo Sangre 2016, "Hotel Infierno", ópera prima de Marcos Palmieri, es una apuesta al suspenso y la intriga desde la base. Un hotel, una anfitriona, un casero, los huéspedes, y un lugar apartado del que no se podrá huir.
"Hotel Infierno" maneja los elementos clásicos del género transformándose en su mejor arma. Un matrimonio, Federico y Vanesa (Martín Benedettelli y Ximena Fassi) llegan a un hotel alejado en búsqueda de la típica ayuda tras quedarse varados. La dueña es Remedios (María Alejandra Figueroa) que de antemano les da una mala noticia, no hay teléfonos ni señal, y deberán esperar hasta pasado mañana para poder irse.
Hay algo extraño, Vanesa lo intuye desde las cartas del tarot, y Remedios parece tener un don que le permite vislumbrar un embarazo antes de que se note a la vista. Este hecho, que en un primer momento parece que guiará toda la historia, será sólo un inicio de la historia principal.
Remedios y Jacinto (Julio Luparello), el casero, viven en ese hotel junto a los hijos de la mujer, Lucila y Francisco (Lucía Guzman y Martín Pereyra). Dos nuevos huéspedes llegan al lugar, Esteban y Teresa (Diego Sampayo y Melissa), y será ahí cuando el nudo principal sea desatado. Remedios y Jacinto los reconocen como huéspedes anteriores durante un suceso trascendental en la historia del lugar.
Esteban y Teresa dicen venir por primera vez, pero en verdad ocultan un plan secreto. Mientras tanto, Lucila y Francisco planean una sesión de espiritismo para poder comunicarse con el padre fallecido de ellos, del que pocos datos tienen.
Hay también un libro y unos escritos esotéricos misteriosos. El juego está servido. El guion, también de Palmieri, plantea varios puntos que en un primer momento despistan al espectador, parecen cabos sueltos, pero que lentamente irá uniendo para crear una red fuerte y cerrada. "Hotel Infierno" no apunta a la novedad ni a buscar nuevos horizontes, es una propuesta tradicional, que maneja bien los hilos del suspenso y la entrega, y se guarda para su tramo final momentos de puro terror y sangre a litros.
En ese no saber bien qué es lo que sucede e intentar ver qué relación hay entre unos hechos y los otros es dónde más ganas Hotel Infierno. Por supuesto, hablamos de una propuesta independiente, de presupuesto medido.
En la actualidad, cuando el cine de género está siendo abrazado por producciones cada vez mayores, rencontrarse con estas propuestas más modestas, que saben hacer un muy buen uso de los recursos con los que cuentan, es también un buen guiño para no olvidar y mirar con cariño los orígenes. Desde la fotografía y el uso del ambiente se sabe sacar buen provecho de esa locación lúgubre, que habla por sí sola, y las escenas en el exterior campestre permiten airear, aunque sea por precisos segundos, la claustrofobia que también aporta a la tensión.
La ópera prima de Marcos Palmieri es equilibrada, se apoya en una historia fuerte, que mantiene el interés, en un misterio simple pero que atrapa; no abusa de los golpes de efecto; y sobre el final se rendirá al festín de sangre que los amantes del terror fueron a buscar.
También hay una correcta construcción de personajes. Remedios es un personaje que irá desplegando capas de a poco, aunque desde entrada sabremos que nada bueno se trae entre manos; los más fanáticos irán encontrando en ella mucho de un gran ícono del terror que no conviene adelantar por aquí para no adelantarse a los hechos. María Alejandra Figueroa le pone el cuerpo, la dicción, y el porte correcto a este personaje, captando toda nuestra atención.
"Hotel infierno" es una película chica pero de gran espíritu, demuestra en cada escena la devoción por el género y que, cuando las ansias existen, nada puede detener la marcha. Jugando los caminos tradicionales logra resultados más que promisorios.