Hitman: Agente 47

Crítica de Leonardo González - Río Negro

Una película letal

Cuando a una persona le prestan un coche de alta gama para sentarse detrás del volante y probarlo, lo más probable es que tenga mucha cautela al conducirlo. Seguramente no lo exigirá a fondo aunque el automóvil siempre seguirá teniendo las características que lo hacen destacarse entre todos los demás.

Es por eso que no se entiende cuando algunos realizadores destruyen obras que en sus propios ámbitos (cómics, videojuegos, libros, televisión) demuestran, o demostraron, ser un éxito. La empresa danesa IO Interactive desarrolló y lanzó en el año 2000 un videojuego llamado Hitman: Codename 47. El personaje principal era el Agente 47, un sicario que trabajaba para la ICA (International Contract Agency-Agencia Internacional de Contratos). El jugador podía elegir en cada nivel algunas de las armas y el equipo que iba a llevar en cada misión y, básicamente, el objetivo era asesinar gente. Por supuesto que se convirtió en un éxito y dio lugar a cuatro versiones más, la última de 2012.

Tanta fama y furor causó que en el 2007 se lo adaptó a la pantalla grande con la película "Hitman", con Timothy Olyphant en el papel del asesino pelado.

Sin ser una obra maestra, el filme dirigido por el francés Xavier Gens era bastante entretenido y cumplía con su objetivo de presentar al mundo a este ser proveniente de los videojuegos. Ocho años más tarde alguien decidió que había que contar la historia nuevamente y es por eso que estamos ante "Hitman - Agente 47".

Si sienten olor a quemado, es el coche de alta gama incendiándose tras chocarlo.

El filme gira en torno a un asesino de elite genéticamente alterado al que se conoce sólo por los dos últimos dígitos de un código de barras que se encuentra tatuado en la parte trasera de su cuello.

47 (Rupert Friend) es parte de un experimento de décadas de investigación que lo dotaron con fuerza, velocidad, energía e inteligencia sobrehumanas. Pero ese programa acabó cuando su creador, un científico llamado Litvenko (Ciarán Hinds), desapareció de la faz de la Tierra para evitar que sigan adelante.

Ahora el dueño de una poderosa corporación (Thomas Kretschmann) quiere encontrarlo para crear su propio ejército de asesinos, sólo que mucho más poderosos. El Agente 47 hará lo imposible para detenerlo.

Cuando se piensa una película sólo por sus escenas de acción y nada más, el resultado siempre va a ser caótico. Y es lo que pasa con este filme dirigido por el debutante Aleksander Bach, que se nota que habrá pensado mucho en esas secuencias, en algunos casos tan inverosímiles que rayan lo ridículo. Pasa lo mismo con la progresión de los personajes. Katia (Hannah Ware) es una mujer que no recuerda mucho de su pasado y está buscando a Litvenko, que todos se dan cuenta de que es su padre menos ella. Pasa de ser una mujer con miedo a convertirse rápidamente en otro ser letal.

Rupert Friend –que es igualito a Orlando Bloom pero calvo– aporta su mirada y porte fríos pero poco convence en el papel que tan bien hizo Olyphant. Zachary Quinto, que personifica al malo del filme, es el único que aporta talento a las actuaciones, pero si necesitaba plata le hubiese pedido un préstamo al banco. Y no hay mucho más para decir de este esperpento que se adjudicó el título de ser uno de los peores largometrajes del año.

No caben dudas de que estamos ante un asesino profesional letal y que no falla nunca. Es una lástima que sus víctimas sean los pobres espectadores y que los mate con el aburrimiento.