Hitman: Agente 47

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

Otro asesino implacable

“La historia del hombre se define por la guerra”. Así arranca el breve y simplista prólogo, acorde al origen de videojuego, de “Hitman: Agente 47”. Y hay que admitir que la frase es consecuente con lo que vendrá: a los pocos minutos de metraje los disparos, las peleas cuerpo a cuerpo, las muertes violentas, las explosiones (los ingredientes esperables en un film de acción) se contabilizan ya por decenas. Antes, incluso, de que el espectador haya logrado digerir del todo lo que le acaban de exponer. Básicamente, aquello sobre lo que versará la historia, al menos en sus trazos más gruesos.

Aunque esto no es necesariamente un defecto, los lugares comunes se amontonan en la trama. Cabe el breve repaso: un programa secreto que ha desarrollado “agentes”, o sea hombres mejorados a través de alteraciones genéticas para convertirse en máquinas de matar superentrenadas. Un científico al que le pesa en la conciencia la utilización del proyecto al servicio de intereses espurios y que desaparece sin dejar rastros (o sí, pero un poco crípticos), para dedicarse al cultivo de orquídeas. Un perverso empresario que lo busca sin medir gastos para valerse de sus conocimientos. Una joven que, sin saberlo, posee la clave para encontrar al sabio. Y un “agente” que tiene como misión acabar con la corporación y proteger a la muchacha, aunque no quede muy claro a quién o a quiénes responde.

Así dadas las cosas, la mejor recomendación posible es acomodarse en la butaca y disfrutar sin prejuicios ni exigencias, sobre todo el seguidor de las películas del género, poco dadas a la reflexión o a profundizar en la psicología de los personajes. “Hitman: Agente 47” no es más que lo que propone de entrada y en este sentido es franca: acción a raudales, una diluida intriga y un montaje ágil, frecuente en la traslación de videojuegos a la pantalla grande. A esto se suman las localizaciones elegidas para el rodaje, que incluyen Alemania y Singapur y la banda sonora de Marco Beltrami (habitual colaborador del recientemente fallecido maestro del terror en el cine Wes Craven) que aportan lo suyo para acentuar el espectáculo.

Entretiene y nada más

Antes de su trágica muerte a fines de 2013, Paul Walker (muy popular por su protagonismo en la serie “Rápido y furioso”) fue considerado para interpretar al gélido “agente 47”. El papel recayó al final en el menos conocido Rupert Friend, quien con el pelo cortado al ras al estilo militar para que se pueda ver en todo momento el código que lleva impreso en la nuca, extrema seriedad y gran despliegue físico le otorga al personaje el tono justo, despojado de todo sentimiento, más cercano a los robots de “Terminator” que a los replicantes de “Blade Runner”. Hannah Ware, quien intervino en la notable “Shame” (2011) de Steve McQueen y en series televisivas como “Boss” y Zachary Quinto, el Doctor Spock en las recientes entregas de “Star Trek”, en 2009 y 2013, resuelven con eficacia sus respectivos roles. Es probable que el producto se hubiese enriquecido con la presencia de un villano mejor definido y con mayor gravitación que el que despliega Thomas Kretschmann, un buen actor alemán desaprovechado esta vez.

Hace ocho años, Xavier Gens rodó una película homónima, inspirada en el mismo videojuego. Igual que ocurría allí, lo primordial en esta nueva versión es asegurar que el pasatiempo se sostenga durante una hora y media. No mucho más. Tal vez falte algún toque de humor que contribuya a otorgar más frescura a los personajes (ninguno abandona por un segundo la expresión adusta) y el final sea algo precipitado. Pero si la premisa va orientado hacia el entrenimiento puro y duro, la misión está cumplida.