Hitman: Agente 47

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

¿Ready Player One?

En las últimas dos décadas la industria de los video juegos ha sido una fuente de inspiración para el cine comercial, con resultados desparejos. ¿Se puede hacer una transposición exitosa del universo fichinero hacia los dominios del séptimo arte? ¿Cómo se respeta la esencia de una experiencia interactiva cuando se la muda a una más “contemplativa”, como lo son los films?

Hitman: Agente 47 (2015) es una película que busca concentrar cosas interesantes de ambos mundos. La trama es simple: el Agente 47 es un sujeto alterado genéticamente para ser una máquina de matar inexpugnable. Su misión es detener al Syndicate, una organización malévola que quiere localizar a Litvenko, el hombre que desarrolló a estos súper agentes, para obligarlo a retomar su trabajo. Esta línea argumental se intersecta con la de Katia, la hija de Litvenko que fue separada de su padre cuando era pequeña, a quien busca desde entonces. Lo que Katia desconoce es que su padre también hizo de ella una súper agente. Los caminos del Agente 47 y Katia se cruzan ya que ambos buscan lo mismo: encontrar a Litvenko con vida antes que el Syndicate haga lo propio.

La secuencia inicial es la que mejor representa el costado gamer de la película del debutante Aleksander Bach. Vemos al Agente 47 planificando y llevando a cabo una exitosa misión para “terminar” a uno de los hombres del Syndicate: colocando trampas y explosivos, haciendo uso de sus habilidades como sniper, mostrando cuán letal es en combate mano a mano y aprovechando las ventajas de la tecnología en clave Bond. Conforme se desarrolla el relato, si bien no cesan las secuencias de acción llenas de adrenalina, tiros, persecuciones y headshots del gusto más variado, la historia comienza a inclinarse en favor de Katia y su pasado borroso. Una movida que -sin ser un acto de genialidad- sirve para sacarle de encima el peso de la historia al Agente 47, algo inteligente teniendo en cuenta que no es el personaje más interesante, sino aquel cuya función exclusiva es regalarnos buenos momentos de acción, y ahí -como buen hitman- nunca falla.

Zachary Quinto -el Spock de la más reciente Star Trek– hace las veces de agente mejorado genéticamente que juega para el equipo de los malos, y se encargará de aparecer cuando el guión así lo requiera para poner palos en el camino de los protagonistas… palos, golpes, disparos, etc. Es imposible no percibir ciertos puntos en común con la saga de Jason Bourne, ya que juega prácticamente con los mismos elementos.

Tratándose de la adaptación de un video juego (el cual ya cuenta con una versión cinematográfica bastante fallida del año 2007), seguramente los fans tendrán cuestionamientos respecto del espíritu y el camino que elige tomar este film. Pero a pesar de todo no deja de ser un producto de acción que entretiene sin tener otro tipo de aspiraciones, y puede ser leído como una obra independiente con respecto a su fuente original.