Historias de ultratumba

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Historias de ultratumba, antología de cuentos de terror dirigida por Jeremy Dyson y Andy Nyman, que presenta cuatro narraciones. Funciona mejor generando expectativas que brindando una resolución inteligente.
¿Cuál es la clave del buen cine de terror? ¿Cuáles son las claves del buen cine de fantasmas? Uno debe analizar qué es lo que realmente asusta de este subgénero y qué es lo que realmente metaforiza. Historias de ultratumba tiene dos grandes problemas. El primero es una gran manipulación del espectador, el segundo es la explicación de la metáfora.

En principio hay que aclarar que el título original es Historias de fantasmas y podría remitir a esa antología de terror de John Irvin, llamada Historias macabras -que fue la última película de Fred Astaire-. Pero no, aunque sí tiene en común que -a diferencia de Creepshow, esa excepcional obra de George A. Romero, escrita por Stephen King- acá hay un hilo narrativo que conecta las historias. En Creepshow sólo había segmentos animados, con una especie de Creeper -similar al de Cuentos de la Cripta– que enlazaba las historias. Sin embargo es con la popular serie de HBO con la que Historias de ultratumba guarda mayor relación, en tono y resolución.

El protagonista es el Dr. Phillip Goodman -Andy Nyman, codirector y coguionista- el conductor de un programa que se dedica a descubrir a parapsicólogos truchos. Goodman establece que no existen los fantasmas, ni la vida después de la muerte. Un día, recibe el llamado de su presunto mentor en el tema, desaparecido varios años atrás, que le solicita que investigue tres casos de “encuentros” fantasmales a los que no les encontró solución.

De esta manera, y tras este extenso prólogo, se van sucediendo las diferentes historias de fantasmas que, si bien tienen una buena construcción del suspenso y la tensión, apoyada por tres buenas interpretaciones -especialmente del siempre maravilloso Martin Freeman-, terminan siendo bastante convencionales en su resolución, tanto visual como narrativamente.

Y acá está la primera decepción de la película: los directores manipulan al espectador generando expectativas con historias y personajes complejos pero que, en realidad, tenían una explicación bastante simple y banal. Todo lo que sucede con Goodman entre cada historia es más interesante, en teoría, que las tres historias de fantasmas. Esta decisión no es azarosa. No se trata de pereza narrativa, es una elección de los realizadores relacionada con su propio escepticismo. No está mal, pero, obviamente, podría ser mejor la resolución.

La cuarta historia es la más atractiva y es la del propio Goodman. Y acá es donde los directores realmente terminan embrollándose innecesariamente porque conviven interesantes ideas visuales ejecutadas con simpleza -de nuevo, relacionadas con el engaño y la manipulación- con una vasta cantidad de innecesarios diálogos y explicaciones que demuestran que todo se trata de un juego ridículo -parecido a la película de Fincher, pero más forzado e incoherente- y completamente caprichoso, con la única meta de sorprender al espectador de la forma más burda y anticuada de la literatura.

Hay herramientas visuales nobles, como el uso del super 8, la construcción de espacios, apelar a pocos efectos especiales y bastante fuera de campo, pero también hay mucho lugar común: las notas musicales que subrayan el momento de susto, monstruos que salen de la nada con un corte o un paneo. Nada demasiado original. ¿Clasicismo? Sí, pero también muchos clisés. El humor tampoco funciona demasiado bien. Es previsible el remate final de varias escenas.

Lo más triste es que tiene material suficiente para hacer una película con mayor complejidad o para aprovechar un poco mejor el mundo concebido, pero, en cambio, los directores se limitan a crear expectativas para burlarse y engañar ellos mismos al espectador.