Historias de ultratumba

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Historias para no dormir

Las antologías de terror son todo un subgénero en sí mismo. El susto, si es corto, doblemente bueno, parecen estar diciendo. Muchos clásicos del género han recurrido a este formato de reunir tres o más historias de horror y suspenso dentro de una película que las englobe. Body Bags y Tales From the Darksides son los títulos que ahora se me vienen a la cabeza.

El terror británico también ha sabido dejar su huella elegante distintiva, y en materia de films episódicos la mítica productora Amicus ha hecho escuela allá por los años ‘60.

Justamente, en el medio de Amicus y su competidora local Hammer, se ubica el estilo de Historias de ultratumbra, que se convirtió rápidamente en uno de los films más comentados del género del año.

En realidad, Dyson y Nyman adaptan su propia obra de teatro homónima estrenada con éxito en 2012, pero lejos está Historias de ultratumba de poseer un esquema teatral. ¿Qué es lo que la hace tan particular? Su capacidad de lograr terror en base a un buen clima y manejo de recursos escasos, si bien no necesariamente es una producción “clase B”.

Historias de ultratumbasugestiona más de lo que asusta, y pone el foco en la historia, la profundidad de sus personajes, y el armado del escenario. Características propias del cine de la época a la que rinde homenaje sin recurrir al gancho fácil.

Creer o reventar

Historias de ultratumba presenta tres historias dentro de otra historia general. Típico estilo de Amicus (en Argentina utilizado en Obras maestras del terror), que recurría a un personaje narrador con una historia propia tratando de espantar a otros personajes que hacían las veces de oyentes.

El propio Andy Nyman compone a Phillip Goodman, un profesor y presentador de TV dedicado -por un trauma y epifanía de la niñez- a desenmascarar estafadores de lo paranormal.

Mentalistas en un teatro, familias que dicen tener un espíritu en su hogar, son puestos a juicio por el escéptico Goodman que siempre le encuentra el truco o explicación racional a todo.

Él mismo recibe una invitación de Charles Cameron (Leonard Byrne), el hombre que lo inspiró en su niñez desenmascarando casos paranormales también desde la TV. Su empeño por aferrarse a lo real y tangible le sirvió para sobrellevar los malos tratos de su padre ortodoxo judío para con él y su hermana.

Cameron, a quien creían desaparecido luego de un confuso episodio, reaparece de la nada, invitando a Goodman. De inmediato tira por la borda sus preceptos escépticos: le ofrece tres expedientes con un caso cada uno sin explicar. Por supuesto, serán estos los que veremos.

Un guardia de seguridad en un psiquiátrico abandonado, un joven que tiene un accidente manejando el auto de su padre, y un padre de familia atormentado por algo en su hogar.

Ante cada caso Goodman irá sumiéndose cada vez más en la confusión, y la relación con Cameron se hará más tirante. No tanto por lo espeluznante, todo lo contrario, porque Goodman parece emperrado en seguir ateniéndose a lo fáctico y realista.

Mil gritos tiene la noche

Dyson y Nyman apelan a lo básico. No van directo al jump scare, al susto fácil. Tampoco necesitan del gore ni la violencia extrema. Al igual que Cámeron juega con Goodman, ellos jugarán con nosotros.

El clima lúgubre se respira permanente, la atmósfera pesada es palpable, introduciéndonos al horror paulatinamente.

El escenario está plagado de detalles, con una puesta que aprovecha los lugares cerrados (no olvidemos que proviene de una puesta teatral) para crear sensación de encierro y ahogo; pero también el abierto, para sentir soledad, desamparo, y desesperación.

Los más puristas podrán encontrar que la resolución final es traicionera, que nos juega una pasada, como si no hubiese confiado en sí misma. Cuestión de gustos. Aún así, ese detalle no derriba lo construido hasta el momento.

Con buenas dosis de humor inglés, personajes simpáticos y una gran creación de clima y atmósfera, Historias de ultratumbra es uno de esos films que cada tanto se animan a salir de los cánones habituales del cine de género.