Histeria - La historia del deseo

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Un médico cómplice del placer

Aunque la discriminación femenina tiene larga data, hubo momentos en que las cosas no fueron tan así. Si hasta Sorano de Efeso se especializaba en las características del organismo femenino en tiempos de Hipócrates y daba consejos para solucionar lo que el doctor Joseph Mortimer Granville (personificado en el filme por Hugh Dancy), en la época victoriana, aliviaba con masajes manuales.

Hablamos de este doctor, porque en los últimos tiempos hubo intereses varios por conocer más sobre los instrumentos eróticos que utilizaba, especialmente, la mujer.

TEATRO Y CINE

En los dos últimos años, tuvieron bastante éxito, Sarah Rulh, que escribiera, sobre el tema, la obra teatral ‘El cuarto de al lado’, que fue estupendamente representada en Buenos Aires con la dirección de Helena Tritek y las notas del crítico de Newsweek, Howard Gensler, en las la que se inspira este filme.

Brevemente, ‘Histeria. La historia del deseo’, cuenta lo que sucedió con el mencionado Granville (Hugh Dancy), que lograra industrializar con eficacia el vibrador, que a fines del XIX se utilizaría como paliativo de lo que se denominaba ‘histeria’, término eliminado médicamente en 1952, al considerar un mito la mencionada ‘dolencia
femenina’.

La película cuenta, con humor, las costumbres que los médicos de la época utilizaban para solucionar los casos ‘histéricos’ y la aparición del vibrador a pilas, pragmático aparatejo que las mujeres observaban con curiosidad primero y luego con simpatía.

‘Histeria...’ muestra algunas sesiones de práctica con damas de la sociedad victoriana y el encuentro del doctor Granville con Charlotte Dalrymple (Maggie Gyllenhaal), casi una sufragista en potencia, hija menor del dueño del consultorio en el que el bueno de Granville ejerció.

LAS SESIONES

La directora se inclinó por la clásica comedia romántica con algo de picardía y un liviano tono satírico, que grandes actores como Maggie Gyllenhaal (Charlotte Dalrymple) y Jonathan Pryce (Robert Dalrymple), acompañados por Ruper Everett (Edmund St. John- Smythe), Hugh Dancy (Mortimer Granville), se ocupan de transmitir.

Tradicional, con buena reconstrucción de época e impecables rubros técnicos, el filme finaliza con un pedagógico recorrido por la historia del vibrador en el tiempo, que fluctúa entre los arqueológicos, accionados a pedal a los más actuales, disfrazados de patitos.