Hijos nuestros

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Retrato urbano de un hombre solitario

"Hijos nuestros" cuenta cómo un taxista machista, poco tolerante y fanático de San Lorenzo conoce a Silvia y su hijo Julián y va modificando su comportamiento de a poco, tan lentamente que desespera al espectador.

Hugo (Carlos Portaluppi) es un taxista solitario, machista y poco tolerante que no tiene más que hacer en el día más que trabajar muchas horas en su auto, comer, y tener sexo ocasionalmente con una prostituta. Los días transcurren, la vida le pasa sin que se inmute. Lo único que llena el espacio vacío de vaya uno a saber qué trauma o circunstancia lo dejó tan desencantado de vivir, es su pasión por el club San Lorenzo. Pero esa monotonía rebuscada cambia cuando lleva a Silvia (Ana Katz) y su hijo (Valentín Greco) y el adolescente pierde su billetera. Tras devolverla, comenzará una cadena de favores que continuará en amistad con Silvia, y al ver que el chico tiene talento para el fútbol, se ofrece a llevarlo para una prueba en el club de sus amores. Hugo tendrá, por fin, una oportunidad para dejar de sobrevivir al resto de sus horas, y comenzar a vivir verdaderamente, gracias a sus nuevos vínculos.

Se siente la tensión que desencadena Hugo, la distancia que pone a pesar de ser amable y mostrar intenciones amorosas, no puede evitar la frialdad. Y el trabajo de Portaluppi es extraordinario por llevarlo al límite entre la incomprensión y la lástima. Su conciencia le habla al cambiar las palabras del periodista que le habla en la televisión, en misa cantando una canción de cancha, o al decir “qué estará haciendo” la mujer que le gusta que no contesta el teléfono. Se siente juzgado y va modificando su comportamiento de a poco, tan lentamente que desespera al espectador, que intuye que nunca alcanzarán esos detalles para conquistar a Silvia, para seducir a una familia que nunca tuvo ni sabría tener.