Hijos nuestros

Crítica de Christian Julián - Cinergia

Historias de taxi

En una Argentina bastante dirimida entre la cuestión de los taxis y el servicio de Uber, llega Hijos nuestros a los cines. La nueva película de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez que narra la historia de Hugo, un taxista cuya vida sin sentido empieza a tomar color cuando conoce a dos personas inesperadas en su vida.
Hugo, encarnado por Carlos Portaluppi, es un taxista que pareciera no realiza otra cosa en el día más que su labor, sumado a ver al club de sus amores, San Lorenzo de Almagro, por el cual siente una pasión digna de un futbolero argentino. Vive solo, tiene una relación obligada y fría con su madre y no tiene pareja o familia, por lo cual recurre a los servicios de las prostitutas. Pero hay un vacío en la vida de Hugo, y eso es la compañía, el interactuar con gente además de sus colegas taxistas o amigos del barrio de Boedo.
Silvia (Ana Katz) y Julián, una madre soltera y su hijo, irrumpen en la vida de Hugo para empezar a cambiarle el panorama de la misma a este para siempre. Ella es una cocinera de religión budista y él un fanático de Vélez Sarsfield, vaya problema este, con un talento bastante particular para jugar al fútbol a su edad. Ambos personajes comenzarán a devolverle a Hugo esas ganas de vivir que su profesión y sucesos de su vida le han quitado.
Hijos Nuestros es un film bastante conciso que refleja una gran porción la cultura argentina en su máximo esplendor, de la manera más cruda, porque la única forma de la cual pueden entender a un argentino, es siendo argentino sin disfraces arriba. Como dijimos anteriormente, Hugo es un hincha fanático y apasionado del “cuervo”, pero Julián, paradójicamente, es de Vélez Sarsfield, tal vez su rival más marcado en las últimas décadas, lo cual logra poner a trabajar en el protagonista la labor de empezar a dejar de lado cuestiones históricas y abrir su corazón a las personas con quienes jamás se hubiera imaginado hacerlo.
La trama juega con el concepto internalizado que el imaginario colectivo maneja respecto a los taxistas, personas austeras, de pocas palabras, de vicios varios, pero justamente anima a creer que las cosas no son “tan así” como a uno se les dibujan. Hugo no encuentra el rumbo, pero se aferra a su máxima pasión, la cual se encuentra por encima de cualquier cosa en su vida, San Lorenzo. De a poco comienza a darse cuenta que es disfrutable el hecho de compartir su vida y ayudar a la de otras personas, con lo cual comienza a sentirse mejor y poder lograr un equilibrio con lo que le hacía bien y lo que puede hacerlo sentir mejor aún.

Hijos nuestros es una película que nos lleva de viaje, valga la redundancia, por varios aspectos culturales nacionales, los cuales están más que bien definidos e interpretados, con actuaciones sólidas, sobre todo la de su protagonista, logrando meterse de la mejor manera en la piel de un hombre que maneja un coche 12 horas al día sin expectativas de vida por lo que pueda venir en el futuro.