La amante

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Por cuestiones de lejanías, hay determinados territorios que desde la cultura occidental despiertan nuestro interés por el “simple” hecho de las marcadas diferencias respecto a nuestras costumbres. Costumbres que pueden ir desde una forma de vestir, a posturas ideológicas marcadamente disímiles.

Del amor en Túnez:
Quizás ese elemento cultural sea el principal atractivo de La Amante, que pone al amor y sus obligaciones en primer plano, pero dejando en claro que detrás se intentan expresar otras cuestiones.

A principios de esta década, los países de Medio Oriente se vieron atravesados por los acontecimientos conocidos como la Primavera Árabe. Un movimiento consistente en una serie de manifestaciones reclamando mayor apertura cultural acorde a los tiempos que corren, sobre todo teniendo en vista el espejo occidental (muchos de esos movimientos fueron financiados por las potencias que ya podemos imaginarnos).

En este marco se desarrolla La Amante y la vida de Hedi (Majd Mastoura, ganador en Berlín como mejor actor), vendedor en una concesionaria de autos, de 25 años, y presionado por una familia muy tradicionalista.

Mientras que los suyos, comandados por su madre, se muestran exultantes e histriónicos, Hedi es un ser opaco y taciturno, casi como si no se animase a expresar lo que siente y cargase con toda la presión sobre sus espaldas.

De hecho, es así: se encuentra a los pies de un matrimonio arreglado por su familia con una mujer que no desea; pero teme revelarse.

Una luz encendida:
¿Cuál será el detonante para que las cosas comiencen a cambiar? Hedi debe realizar un viaje de trabajo; para eso sale de su entorno y se instala en un hotel. Será ahí que conozca a Rym (Rym Ben Messaoud), una mujer guía turística, alegre y extrovertida que lo cautivará… pero que no es la que su familia eligió para él.

Hedi se balancea de un costado hacia el otro, y lo mismo hace la cámara de Ben Attia. Los contrastes entre las escenas con su familia y con Rym son notorios, y cada una expresa algo puntual.

La familia es la férrea postura tradicional, oscura e inflexible, casi anticuada. Rym es la libertad del amor, del sexo, del deseo de escapar hacia otro lugar: es la ventana occidental, europea, al mundo de Medio Oriente, expresa plena luz, festividad y riesgo. Claramente, hay una postura asumida.

Si en su primer tramo La Amante parece más inclinada a una denuncia hacia una cultura castradora tunecina o de Medio Oriente en general, pronto abandona ese costado más serio para inclinarse hacia la comedia romántica tradicional, con un dejo de tristeza. Las analogías aparecen de modo bastante explícito.

Como resultado, La Amante no será uno de los films con mayor énfasis en las cuestiones sociales generales, optando más bien por una arista particular y una mirada liviana no del todo original, apoyada en el buen lucimiento de la pareja protagónica.

Conclusión:
Con aspectos técnicos correctos, sin aprovechar demasiado los espacios abiertos y haciendo foco en los movimientos de cámara y juegos de luces contrapuestos, Mohamed Ben Attia apuesta con La Amante a un guion que esté a la altura de quienes no conozcan a fondo las cuestiones culturales de su país. De tono amable y entretenida, no será uno de los pilares del nuevo cine cultural de Oriente Medio, pero su balance no deja de ser satisfactorio.