Guerra de papás 2

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Guerra de papás 2: comedia mediocre y superficial

Dos años después de esa exitosa (en términos económicos) comedia que fue Guerra de papás llega esta secuela, otra vez protagonizada y coproducida por Will Ferrell y Mark Wahlberg. Si el film original era ya bastante mediocre, esta segunda entrega no levanta demasiado la puntería. Los principales "sorpresas" son que Dusty (Wahlberg), el rudo padre de sangre, y el Brad (Ferrell), el amable padrastro, intentan sellar una alianza para una crianza armónica de los niños. Si bien tienen personalidades opuestas, dejan de lado sus diferencias y hasta deciden pasar la Navidad todos juntos. Claro que para la celebración -que terminará realizándose en una lujosa cabaña rodeada de nieve-llegan los también opuestos abuelos: Kurt (Mel Gibson), un ex astronauta machista y amante de las armas, y Don (John Lithgow), un hombre muy sensible que se ubica del otro lado de la "grieta" entre los pro Trump y los anti-Trump.

El film -que tiene fotografía del argentino Julio Macat- se maneja en la línea de La familia de mi novia y ofrece un arsenal de situaciones absurdas (muchas a esta altura bastante remanidas) y un despliegue de humor físico y escatológico con los actores librados a su suerte para un festival de exageraciones que solo en contados momentos generan algunas sonrisas. Tampoco hay demasiado interés en provocar o generar algún tipo de reflexión sobre el estado de las cosas en la sociedad estadounidense y, así, termina siendo un entretenimiento superficial, previsible y tranquilizador.