Green Book: una amistad sin fronteras

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Esta comedia dramática sobre la relación que se establece entre un hombre blanco y uno afroamericano durante un viaje por el sur de los Estados Unidos en los años ‘60 es un entretenimiento liviano y bastante banal, lejos de merecer estar en la conversación por los premios Oscar.

Convengamos que GREEN BOOK es una película bastante tonta: sus caracterizaciones bordean el cliché, los conflictos tienen la previsibilidad del más rancio y académico manual de guión y su lectura política es de jardín de infantes. Todo esto, seguramente, es lo que la transforma a la vez en la más probable ganadora al Oscar a mejor película y en el objeto de burla de buena parte de la crítica.

En cierto punto, su alto posicionamiento en el rubro premios termina jugándole en contra a esta película de Peter Farrelly que, en otro contexto, sería más apreciada cómo una comedia ligera de Navidad, una fábula inocente sobre las diferencias raciales a principios de la década del 60 que podría haber sido valiosa temáticamente en la época de películas con Sidney Poitier en la que alcanzaba con poner a un actor afroamericano en un rol protagónico y de carácter “virtuoso” para que el film en cuestión ya sea considerado como un alegato a favor de la armonía racial.

Viggo Mortensen y Mahershala Ali
En tiempos de Spike Lee y Boots Riley, en el contexto de un gobierno como el de Donald Trump, la película es de un grado de inocencia sorprendente, casi retro en su noñez. La historia de un chofer blanco racista, de origen italiano y de clase baja, que necesitado de trabajo no tiene más opción que manejar el auto de un pianista de jazz negro por los segregados estados del sur del país es una fábula banal pero simpática que debe ser apreciada de esa manera: un cuentito de Navidad para imaginar un mundo mejor que el que existe.

Viggo Mortensen y Mahershala Ali logran sacarle jugo a personajes escritos con el manual de Syd Field en la mano, criaturas que enfrentan todas las situaciones imaginables y previsibles en las buddy movies con subtexto racial. Lo hacen con gracia y Farrelly tiene talento para el humor y allí es donde la película mejor se defiende. Pero cuando se vuelve seria o intenta “decir algo sobre el mundo”, toda la gracia desaparece y el film se vuelve tan o más rudimentario que la similar CONDUCIENDO A MISS DAISY.

Se puede decir que GREEN BOOK es una película amable e inofensiva en la cual un blanco le enseña a un negro a apreciar y valorar su “negritud” (o algo así) mientras que el afroamericano le enseña a nuestro tano con look de extra de película de mafiosos de Scorsese (de hecho el verdadero Tony Lip hizo varios papeles secundarios de mafioso) “un cacho de cultura”. Juego de roles supuestamente invertidos, canciones soul de los 60, unos chistes simpáticos y algunas escenas que podrían ser densas pero que, en el marco liviano del film, nunca lo son del todo, GREEN BOOK es una película rudimentaria y entretenida, elevada por dos actores extraordinarios. Pero de ahí a ser considerada la mejor película del año por cualquier Academia hay una distancia enorme, tan grande como las que hay entre está fábula y la realidad.