Green Book: una amistad sin fronteras

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Aunque tiene cinco nominaciones al Oscar y ya ganó un Globo de Oro a mejor comedia, "Green Book: una amistad sin fronteras" (sí, es horrible ese título que le añadieron en castellano) fue bastante vapuleada por la crítica de EEUU. La nueva película de Peter Farrelly (muy conocido por comedias zarpadas como "Tonto y retonto" y "Loco por Mary") fue tachada de "crowd pleaser" (pensada para satisfacer al espectador) o de ser una reversión racial de "Conduciendo a Miss Daisy". Pero resulta que no. Prejuicios aparte, "Green Book" es una película impecablemente narrada, que fluye sin golpes bajos ni subrayados, más allá de que el relato es bastante previsible. Basada en una pintoresca historia real, la trama repite el esquema de los opuestos complementarios en un formato de road-movie. Los opuestos son Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), un guardaespaldas ítaloamericano algo bruto y charlatán, y Don Shirley (Mahershala Ali), un pianista negro virtuoso, refinado y de buenos modales. En 1962, Shirley contrata a Tony para que lo acompañe como chofer en una gira por el sur norteamericano. El pianista necesita a un "duro" que lo defienda en un territorio hostil, donde la discriminación racial manda. Lentamente estos personajes irán empatizando, en un proceso que Farrelly muestra con naturalidad y cierta inocencia, mediante situaciones cotidianas que revelan miserias y prejuicios de un tiempo difícil. Mortensen y Ali (los dos nominados al Oscar) llenan de vida a estos personajes que, golpes incluidos, siempre transmiten la sensación de que se merecen un final feliz.