Godzilla 2

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

El regreso de los titanes

La nueva entrega del monstruo japonés, Godzilla (Godzilla: King of the Monsters, 2019), es la continuación del film homónimo de 2014, a esta altura la trigésima quinta película sobre el icono cinematográfico que cautivó a los espectadores japoneses desde el estreno del famoso film de Ishirō Honda, Godzilla (Gojira, 1954). Michael Dougherty asumió las riendas del proyecto a partir del retiro de Gareth Edwards, el director del primer film, que terminó como realizador de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016). En esta oportunidad se retoma la premisa de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), aquella sobre monstruos mitológicos que poblaron la Tierra.

La historia comienza donde termina la primera parte. Unos años después de la destrucción de San Francisco y la épica batalla entre los monstruos, Monarch, la institución dirigida por el Doctor Ishiro Serizawa (Ken Watanabe), es convocada por el Senado de Estados Unidos para debatir y determinar si el grupo que investiga a los titanes debe ser controlado o no por el gobierno y las instituciones militares norteamericanas. Mientras tanto un grupo de ecoterroristas irrumpe en una instalación de Monarch en China para robar un artefacto que puede controlar a los monstruos, diseminados a lo largo del planeta. Los terroristas secuestran a la Doctora Emma Russell (Vera Farmiga) y a su hija, Madison (Millie Bobby Brown), una eminente científica que desarrolló el aparato junto a su esposo Mark (Kyle Chandler), quien es convocado por Monarch para ayudar a encontrarlas. La trama del film escrito por Michael Dougherty y Zach Shields se centra en la disputa del trono simbólico por el control de los titanes por parte de Godzilla e Hidra, un dragón mitológico de tres cabezas congelado en la Antártida.

El film mantiene el tono épico de la primera parte y la estética espectacular de las batallas entre las criaturas mitológicas con secuencias que buscan imponer una sensación de caos ante la violencia de los encuentros entre los monstruos. Si bien las escenas de acción poseen gran preeminencia, el film tiene una trama que discurre sobre la necesidad de dejar de contaminar y depredar el planeta a partir de la sobreexplotada y absurda fórmula del grupo terrorista que decide tomar cartas en el asunto para restablecer el balance de la naturaleza, en este caso liberando a los monstruos con un ideario un tanto confuso. En esta narrativa, el personaje interpretado por Vera Farmiga no es creíble, el de Millie Bobby Brown carece absolutamente de sentido y el Kyle Chandler es completamente innecesario. Sally Hawkins y Ziyi Zhang están bastante desaprovechadas, ni hablar de David Strathairn y Charles Dance que apenas aparecen, y tan solo Ken Watanabe sale indemne de una historia que pone toda la justificación mitológica en un segundo lugar, desaprovechando la posibilidad de construir un relato que rescate los orígenes de las leyendas para poner en primer plano una desavenencia familiar sin ningún tipo de relevancia.

Por la dinámica propia del film se podrían eliminar casi todas las escenas protagonizadas por humanos y se podría encauzar todo el énfasis en la lucha entre Godzilla e Hidra. La decisión narrativa tomada por Dougherty y Shields le resta mucho a una propuesta que tiene posibilidades de crecer y algunas buenas ideas, aunque desarrolladas bastante mejor en la primera entrega de la saga. Además la trama se revela demasiado abruptamente con un discurso poco creíble por parte de Farmiga, que no parece siquiera creerlo ella misma, y que solo funciona como corolario del protagonismo de Millie Bobby Brown, la joven intérprete de la serie Stranger Things, con el objetivo de captar a un público juvenil para la franquicia del icónico kaiju japonés. Godzilla funciona muy bien como film de monstruos, su único problema es la falta de desarrollo de muchos hilos narrativos fantásticos posibles respecto de los orígenes legendarios del monstruo oriental, mientras que las redundantes motivaciones humanas son explicadas como si el espectador necesitara de discursos soporíferos y dilemas familiares en un film sobre Godzilla.