Gloria

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Una gran Paulina García salva la chilena “Gloria”

Glorias muy fugaces tiene la señora Gloria. Separada, de porte agradable, bien arreglada, le gusta ir por las noches a los bailes de gente de su edad y levantarse algún viejo más o menos pasable. Y mejor si no es tan viejo. Al otro día se ocupa de su casa, la oficina, las clases de yoga, y -a través del teléfono- atiende también las novedades de la familia. Los hijos ya son grandes, ella vive sola; lo único que le molesta son los gritos lejanos de un vecino medio loco y las incursiones de un gato pelado, perteneciente a otro vecino. Hasta que el amor llama a su puerta.

Corrección. No es el amor, es un viejo versero que la hace sentir bien, pero siempre la termina desplazando, apenas llama alguna de sus hijas. En ocasiones hasta la abandona, o se manda mudar sin despedirse. Encima es medio quejoso y papelonero. Y no son ésos sus únicos defectos. Tampoco es ese el único tipo lamentable. Esta película tiene una galería llena de tipos lamentables. Parece hecha por una feminista.

¿Qué queda entonces? La energía menguante, la vista cansada, la soledad de cada día, pero en la pista todavía se baila. Y en la pantalla se luce Paulina García, "la gran dama del teatro chileno", como le dicen, que acá se manda una excelente actuación cinematográfica, con y sin maquillaje, y no le hace asco a ningún desnudo. Sorprende la naturalidad de las escenas de cama. Convence la actriz en cada escena. Pero aburre un poco el director Sebastián Lelio, siempre quitándole tensión a la puesta en escena. En cierto momento la historia parece tan perdida y cansada como su personaje. Ésta es la mejor película que hizo hasta ahora, pero sólo gracias a su intérprete.