Geo-Tormenta

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

UN MEDIOCRE TANQUE DE LOS NOVENTA

Ya empieza a ser un lugar habitual: de vez en cuando nos llega una mala película con Gerard Butler, que ya a esta altura es el equivalente masculino de Amanda Seyfried. Pero Geo-Tormenta agrega un lugar común más, que es el de Hollywood queriendo apelar a viejas fórmulas, pretendiendo que en base a algunos retorcimientos puede insuflarles vida a modelos que ya están visiblemente agotados.

Por eso quizás no sea casualidad que el realizador de esta película sea el debutante en la dirección Dean Devlin, quien ya venía con una extensa carrera como productor y guionista al lado de Roland Emmerich. Sí, estamos hablando de Emmerich, el mismo tipo que fue uno de los artífices de las reformulaciones de los blockbusters masivos de Hollywood en los noventa a partir del éxito de Día de la Independencia, que lo llevó al extremo de sus posibilidades con El día después de mañana y 2012, para finalmente toparse con los límites de ese imaginario en Día de la Independencia: contraataque. A Devlin y su Geo-Tormenta le pasa algo parecido: no hay en la película conflictos, personajes, situaciones o incluso imágenes que sorprendan mínimamente a un espectador que ya atravesó más de dos décadas repletas de héroes grupales luchando contra escenarios de destrucción masiva en los que ciudades enteras desaparecen del mapa.

En cierto modo, Geo-Tormenta se muestra bastante consciente de que ya hay todo un entramado discursivo, estético y narrativo alrededor del sub-género al que pertenece. Sin embargo, a lo máximo a lo que puede llegar es a cierto guiño canchero y un ligero cambio en la bajada de línea, haciéndose cargo de que ya es difícil presentar a Estados Unidos como el único salvador frente a cualquier amenaza y que se necesita el acompañamiento de otras naciones (por eso también el elenco internacional en pos de apuntar a los mercados internacionales). De ahí toda la explicación inicial referida a que el cambio climático y los eventos catastróficos que se fueron desatando llevaron a que la humanidad se una para crear un sistema de satélites capaces de controlar el clima. Claro que ese sistema comenzará a fallar y empezará a ser evidente que alguien está manipulando todo en pos de un escenario de destrucción masiva, con lo que habrá que dilucidar quién es el culpable, antes de que el desastre se vea consumado.

Que el film plantee como algo positivo la posibilidad de que el hombre, en vez de mejorar su vínculo con la naturaleza, directamente elija manipularla a puro placer, es un tanto siniestro si se lo piensa mínimamente, pero también es lo único interesante que puede ofrecer Geo-Tormenta. A la película se le notan demasiado los problemas de montaje y su dificultad para sustentar el enigma central, que está estirado en exceso y está atravesado por una constante obviedad. Y eso es en buena medida porque los personajes que llevan adelante el argumento son de una superficialidad alarmante: para poner un par de ejemplos, Butler es supuestamente un genio absoluto que hace toda clase de estupideces, se pelea con todo el mundo porque sí y tiene un vínculo con su hermano (Jim Sturgess) que es el colmo del infantilismo; Abbie Cornish es la agente del Servicio Secreto más inverosímil e inexpresiva de la historia; y al personaje de Ed Harris le adivinamos sus intenciones desde la primera vez que aparece en pantalla. Si a eso le sumamos decisiones y giros argumentales injustificables que convierten al guión en un colador; efectos especiales de segunda selección que nunca crean imágenes impactantes; y una puesta en escena sin un mínimo de inventiva, la sensación es que el relato no tienen chances de remontar.

Para colmo, Geo-Tormenta ni siquiera invita a disfrutarla como un producto trash o Clase B, porque su humor jamás acierta (no hay un solo chiste que no sea un refrito de otro ya previamente dicho o visto) y su sentido de la aventura es nulo. La película jamás se entrega al disparate (que era quizás su único posible refugio), se empantana en explicaciones redundantes y queda lejos de entretener. En Geo-Tormenta –que en cada plano parece ser un anodino tanque de los noventa- prevalece el aburrimiento y ese es su mayor pecado.