Gauguin: viaje a Tahiti

Crítica de Denise Pieniazek - EscribiendoCine

Pinceladas sobre un Gauguin insaciable

El largometraje Gauguin: Viaje a Tahití (Voyage de Tahitiaka, 2017) pertenece al género biopic, basado en el artista plástico posimpresionista Paul Gauguin, el cual se centra en su primer viaje y estadía en Tahití. El film invita al espectador a sumergirse en un colorido viaje que comienza en 1891, junto con el personaje del pintor, interpretado por el siempre convincente Vincent Cassel. Es pertinente mencionar que existen al menos tres películas previas sobre Gauguin dos de ellas de formato televisivo: Gauguin, the savage (1980) y el documental Gauguin: The Full Story (2003), y Oviri (1986). En ambas películas de los ´80, el viaje a Tahití tiene importancia, pero Gauguin: Viaje a Tahití se centra en esa experiencia en sí misma.

Gauguin cansado de la rutina parisina, la vida precaria del artista y de la rutina, decide marcharse a un sitio completamente distinto en busca de inspiración influenciado por la “moda Europa” de aquel entonces del interés por otras culturas. Sin embargo, no todos sus colegas estaban dispuestos a hacerlo, en dicho sentido Gauguin: Viaje a Tahití refuerza constantemente la rebeldía y necesidad de búsqueda constante de Gauguin. Al parecer el film está basado en su diario de viaje titulado Noa Noa y algunas cartas suyas.

Al llegar a Tahití no todo es como se imaginó, su situación económica sigue siendo complicada, a pesar de que allí es un europeo, en una colonia francesa. Todo cambia cuando conoce a la joven Tehura, nativa del lugar, quien será su musa inspiradora. El relato construye entonces un Gauguin, que, a diferencia de sus colonizadores compatriotas, está dispuesto a aprender e integrarse a una cultura tan distinta, y absorber de ella -y del paisaje- todo lo que pueda para plasmarlo en su obra. Allí el colorido trópico y la saturación de colores, y la temática del lugar, tanto del paisaje como de sus habitantes, se plasmarán en su obra, generando un nuevo lenguaje que se distancia por completo de la tradición europea artística de ese entonces.

Gauguin: Viaje a Tahití esboza con sutileza la personalidad del artista en cuestión, resaltando su oposición al crudo colonialismo francés. El cual se representa en el film por ejemplo en las escenas en las que Gauguin se opone a la imposición de la religión cristiana sobre los nativos. Asimismo, se expresa su respeto por dicha cultura maravillado por el “exotismo” y lo “primitivo” de la misma explorando incluso nuevas técnicas como la escultura en madera y el grabado. Quizás, ese respeto por otras culturas tan diversas a la suya, lo haya aprendido de su madre quien era una admiradora del arte precolombino peruano. Además, se hace hincapié en la ideología de Gauguin de producir un arte que sea producto del espíritu y su desprecio por el arte mimético, como mera reproducción de la realidad.

En ese viaje antropológico de Gauguin, él encuentra lo que buscaba, es decir, “algo interesante para pintar”. En conclusión, Gauguin: Viaje a Tahití representa un momento crucial de la vida del artista, de forma no idealizada puesto que también muestra sus egoísmos para con sus parejas sentimentales, e incluso su falta de racionalidad por momentos. La película simboliza de forma implícita las diferencias culturales, de género y clase acompañadas de una belleza formal más que destacable. Es un film ideal para amantes de las artes visuales, que muestra varias aristas de la personalidad de Gauguin, a quien en definitiva esa misma curiosidad y exploración que hicieron que no sea reconocido en su tiempo, lo convierten en uno de los artistas más importantes en la historia del arte y, al igual que su contemporáneo Van Gogh, obtiene su verdadero reconocimiento post mortem.