Gauguin: viaje a Tahiti

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

El director Eduard Deluc, que participó en el guión junto a todo un equipo, decidió tomar libremente el libro del pintor “Noa Noa” como base y luego trazó un retrato de Gauguin sin apegarse a la verdad histórica, ni a sus confesiones. Que la joven que tomó como esposa, era una niña de 13 años, que llegó por primera vez a Tahiti con el dinero de una subasta y una subvención del estado para trabajar allí, que volvió a Europa y regresó, con dinero, con participación de luchas políticas, con otros amores y demás detalles que pasó por algo. Prefirió el retrato de un artista sufriente, en estado de miseria, en contacto con una naturaleza contundente, con una cultura distinta y viviendo un triángulo amoroso improbable para sostener un hilo dramático que no resulta tal. Y además de esa posición creativa, decidió mostrar una naturaleza oscura, lejos de la paleta del celebre pintor, de su una mirada vital y única, mostrada aquí con un tinte trágico permanente y una enfermedad que aquí habla del corazón cuando en realidad era sífilis que le contagio a sus mujeres. Pero aún obviando cualquier verdad histórica, escrita inclusive por el mismo, el retrato que se muestra es el de un creador que no puede hacer otra cosa en la vida, que contra viento y marea elabora su obra conciente de su valor. La luz natural y la belleza escénica mostrada en esplendor, mas el trabajo intenso y creíble de Vincent Cassel sostiene una producción ambiciosa sin llegar a la pintura trágica que pretende.