Las películas familiares abundaron en el BAFICI 2018 (donde participó en la Competencia Argentina) y, muy especialmente, en el (ya no tan) nuevo cine argentino. Iair Said, reconocido actor, cortometrajista y director de casting, debuta en el largo con una historia que está todo el tiempo a punto de patinar, de caerse al precipicio. El realizador y protagonista logra mantener el equilibrio en una angosta cornisa apelando a un único recurso: hacer todo lo más transparente posible. Honestidad brutal.
Flora Schvartzman es una nonagenaria que no ha tenido hijos y que, producto de distintas peleas, se ha mantenido alejada del resto de la familia durante años. Su sobrino nieto, que no es otro que el director, comienza a visitarla y a filmarla. La mujer se queja de su suerte, de su salud, de su look y la relación con Said parece ser lo único sano y enternecedor. Sin embargo, en un determinado momento, el realizador/protagonista confiesa que uno de los motivos de este acercamiento a su tía abuela es el departamento que ella posee. El único inconveniente (no menor) es que ella se lo ha prometido a una asociación de beneficencia.
¿Hay amor genuino entre ellos o se trata de puro interés cruzado (Flora, por encontrar a alguien que se ocupe de ella; Iair, por conseguir algún beneficio económico)? Ese es el eje si se quiere moral de un film rodado con cercanía, visceralidad y precarios dispositivos tecnológicos que le dan una impronta casera y urgente (con alguna conexión lejana con la brillante Tarnation).
La película tiene mucho sentido del humor (por momentos bien negro) y con esa impronta tan particular y distintiva de la comunidad judía, donde lo trágico y lo cómico se dan permanentemente la mano.
El film es simpático y por momentos incluso hilarante, pero también resulta bastante incómodo cuando nos encontramos riéndonos de una anciana que podría estar siendo manipulada emocional y económicamente. Al hacer evidente sus intenciones, el costado más monstruoso del asunto queda un poco de lado para que aflore el más humano. Una película para disfrutar, para pensar y -también- para discutir. Mucho.