Fermín

Crítica de Verónica Quírico - El Espectador Avezado

Los acordes de la redención

El tango está y vive en el tiempo, en los desdenes y tropiezos que la vida nos causa y siendo como fue su origen tan local y tan concreto, con unos personajes y un ambiente tan característico, ha llegado a adquirir una dimensión universal que para muchos admiradores de sus notas se les hace inconmensurable.

Envueltos en estos acordes "Fermín, la película" inicia un relato en el que se entrelazan el pasado y el presente en la piel del protagonista cuyo nombre da título al film (Héctor Alterio) quien actualmente está internado (ya hace mas de 10 años) en un neuropsiquiátrico. Solo, en silencio, con la vista perdida en el horizonte de lugares transitados, muy lejos de aquí. Nadie puede comprender exactamente que quiere decir, cada vez que habla.

Todas sus expresiones, rimadas y correctas, parecieran desprovistas de sentido lógico, pero están rebosantes de poesía ciudadana, visibles para quienes intentan acercarse a ellas, y no son ni mas ni me menos que frases y títulos tangueros, patrón que luego será descubierto por el médico que lo acompañara a lo largo de la cinta, a reconstruir los recovecos de su existencia. Son dos las narraciones las que irán iluminando las características de los personajes principales a medida que va avanzando el metraje.

La de Fermín, (Héctor Alterio y Luciano Cáceres) un hombre que otrora fuera compadrito milonguero, mozo, apasionado, soltero y enamorado de Zulma Prando, que parte de un grupo de tres amigos, cuyas historias se irán desmenuzando hasta encontrar la razón de su padecer.

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Por otro lado, veremos al médico nuevo en la institución, Ezequiel Kaufman (Gastón Pauls) que apenas ingresa, se topara con Eva (Antonella Costa), única nieta de Fermín,con la que trabará una relación especial. Después de todo, este paciente tan peculiar es su centro de atracción a la hora del trabajo. Y, como suele suceder en la vida real, a veces uno por designio del destino termina conociendo a alguien que influye y se funde con la propia historia.

Es así, como Ezequiel, el joven médico, inicia una investigación con miras a encontrar algún tipo de pronóstico mas alentador para su paciente predilecto. Y sin querer termina ensimismado en ese universo tan lleno de códigos arraigados, bien expuestos y trabajados por quienes estuvieron a cargo de dirigirla.

Kaufman descubre, no solo lo que el espectador espera conocer del mítico Fermín de los años 40’, sino también que se juega un poco con la suerte de ‘equilibrio’ que nos ofrece a veces la vida, reparando la figura de un padre ausente (el del médico) y el de un padre que viviendo con el hijo, no estuvo ni acompañó (Fermín), en una escena que invita a la emoción .

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Me permito en este párrafo, ser mas subjetiva y contarles que es imposible no sucumbir frente al colosal Alterio (“Kamchatka”, El hijo de la novia”) cada vez que vemos al Fermín ya grande, desvastado, abatido. No puede uno mas que extasiarse por ese personaje, que vive y sufre un dolor profundo en el alma y con la maestría del actor, se ve reflejada en cada poro, en cada gesto, en cada surco que marca con profundidad la letanía y la oscuridad de sus horas de ocaso.

Esperarlo para iluminar la pantalla grande, siempre vale la pena.

El registro no siempre es tan parejo, sin embargo, quienes conocen, viven y sienten la esencia del ritmo que representa y atiende, lo mas nacional de nuestro ‘ser argentino’ mas tradicional, advertirán los matices históricos de la danza.

La película dirigida por Hernán Findling y Oliver Kolker, tienen todos los elementos que dan movimiento al tango en su más explícito concepto: dolor, traición, amores que despiertan sentimientos oscuros, coraje, poesía que enmarca en sus rimas sonantes lo cotidiano, lo mas humano con su esplendor y sus bajezas.

Emilio Disi (un grato regreso), Antonella Costa (“Garage Olimpo”), Luciano Cáceres (que sigue en cartel con "Gato Negro”), el destacado Luis Ziembrowski (“Deshora”) y Dalma Maradona (“La rabia”) son quienes componen el elenco y complementan de manera armoniosa esta producción local.

"Fermín" captura la escencia del tango, sin dudas pero puede resultar no ser tan placentera para el público más tradicional que se aproxime a su propuesta sin tener empatía con la música ciudadana.

Ese espíritu tanguero de “Fermín”, guapo, valeroso y alegre primeramente, luego ensombrecido por un aire pesimista que con gran lujo, recrean las desdichas propias y las desvergüenzas ajenas.

Quizás, para entender su hechura, pudieramos describir el existir de este guapo de los años 40 en las palabras de Borges: "El infinito tango me lleva hacia todo".