Familia sumergida

Crítica de Damián Hoffman - A Sala Llena

Historia en capullo

El título de Familia sumergida, como tiene que ser, no es azaroso. A los pocos minutos uno presiente que el guión va a ser claustrofóbico. Pese a que tiene algunas escenas en exteriores, la narración se encapsula en una familia que vive en un departamento y sobre todo en la cabeza del personaje de Mercedes Morán.

Lo primero que vemos es una especie de alegoría a un capullo, como una larva que no termina de transformarse, y representa quizás lo que está viviendo la protagonista: perdió a su hermana hace una semana y los recuerdos están a flor de piel, presentes en los ambientes de la casa. Atrapada mentalmente por la angustia, Marcela tiene que lidiar con los otros integrantes, su marido que viaja seguido y sus tres hijos adolescentes. En el medio, gracias a su hija mayor, conoce a un joven que le dará aire fresco entre tanta sofocación.

A los pocos minutos se nota un estilo similar al de Lucrecia Martel y en los créditos se resuelve el misterio: la directora de La mujer sin cabeza y Zama estuvo involucrada como consultora autoral. Pero María Alché, actriz de La niña santa y encargada de esta historia, logra ejercer un principio de identidad propia, con más sentido del humor y actuaciones secundarias en la línea de la escuela de Nora Moseinco, donde ella se formó.

Familia sumergida es una muy digna ópera prima de María Alché. En su clara evidencia de referencias a otras obras, la directora promete un estilo distintivo a futuro.​