Familia sumergida

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

A Marcela (Mercedes Morán) se le acaba de morir su hermana. La tristeza y el dolor le invadio el cuerpo y alma. Debe transitar el momento del duelo, sin la compañía de su esposo Jorge (Marcelo Subiotto) porque tiene que realizar indefectiblemente un viaje de negocios.

Así, sola, haciéndose cargo de los tres hijos jóvenes y adolescentes, como asimismo del desarme de la casa de su hermana, se encuentra ella en un periodo clave de su vida.

La actriz María Alché debuta en la dirección cinematográfica con una propuesta intimista, cálida y personal, similares a ciertos films de su mentora y guía, Lucrecia Martel, donde lo importante no es el cuento en sí mismo, si hay o no conflictos, sino cómo se relata e interactúan los integrantes del elenco.

La soledad de Marcela no es física, es espiritual porque siempre está rodeada de gente, o padece momentos de ensoñación, recordando situaciones vividas cuando era joven, o visualizando a familiares muertos hace años. Técnicamente le cambian el color de la fotografía, y por momentos también la enturbian un poco durante la recreación de esas escenas.

Más tarde, la acompaña en el vaciado del departamento, un amigo de su hija mayor, llamado Nacho (Esteban Bigliardi) quien está con ella como una suerte de tutor temporario. Pasan varias horas por día y percibe que, aunque sea por un breve lapso, alguien se ocupa de ella. A raíz de estos asiduos encuentros, el sutil coqueteo y las continuas charlas, la atracción entre ellos no tardará en aflorar. Pero ni siquiera esa situación le provoca culpa alguna, o necesidad de un cuestionamiento a su accionar.

Es decir, durante el desarrollo der la historia no hay problemas graves que hagan cambiar de dirección el destino de su vida. Todo el conflicto está plasmado en los primeros minutos, luego continúa manteniendo el orden familiar, y cuando puede se reconstruye a sí misma. Porque la realizadora prioriza el proceso interno por el que recorre la protagonista, y, desde esa posición, traspasar la pantalla, emitiendo sensaciones y sentimientos de diferente calibre, De ese modo logra un ritmo interno con una atmósfera particular, por momentos agobiante, y en otros más distendidos.

Así pasa esos días Marcela, despidiendo a su hermana, sin perder el equilibrio y la armonía familiar.