Extraordinario

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Extraordinario: emociones puras y genuinas

El Hombre Elefante, Máscara, El jorobado de Notre Dame... El cine se ha acercado muchas veces a personajes con algún tipo de deformidad para reflexionar sobre los prejuicios y las resistencias que genera aquello que a primera vista es "distinto" en una sociedad poco dispuesta al respeto, la tolerancia y la convivencia. En esta transposición de la exitosa novela de R.J. Palacio coescrita y dirigida por Stephen Chbosky (Las ventajas de ser invisible), el protagonista es Auggie Pullman (Jacob Tremblay), un niño de diez años con deformidad facial congénita y 27 operaciones a cuestas que -tras ser educado en su hogar por su abnegada madre, Isabel (Julia Roberts), y su simpático padre, Nate (Owen Wilson)- sale por primera vez al mundo real al ingresar al quinto grado de una escuela primaria de Brooklyn.

Auggie es un niño como tantos otros que ama la saga de Star Wars, sueña con ir a la Luna, es un experto en ciencias y en Minecraft y juega en su XBox, pero varios de sus nuevos compañeros no están dispuestos a aceptarlo fácilmente y el bullying pasará a ser una de las cuestiones centrales del film, que -dividido en episodios- narrará los hechos desde distintos puntos de vista. Extraordinario es un auténtico tearjerker, ese tipo de films tragicómicos, agridulces, que apuestan a la risa y sobre todo al llanto, a la emoción más pura y genuina. Dirigida con nobleza y con un brillante elenco, se trata de una película conmovedora (no apta para cínicos). Preparen los pañuelos.