Eva y Lola

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Generación robada

El nuevo opus de Sabrina Farji arranca con una versión rabiosa de un tema de la autora Liliana Felipe mientras las protagonistas, Eva (Celeste Cid, impecable) y Lola (Emme, convincente) se cuelgan de unas telas y danzan provocativamente. La verborragia arrolladora de la letra, un verdadero trabalenguas interpretado con gran exactitud por las actrices, avanza en un increscendo vibrante que poco a poco se adueña de la pantalla hasta atragantar. Y de la madeja de palabras que entorpecen también se vislumbran aquellas que expresan sentimientos o recuerdos; que aparecen en un agotador ejercicio de la memoria, obstinada en llegar inoportuna a la cita con el pasado, nada menos que en vísperas de las fiestas donde la costumbre dicta la reunión familiar incluso para aquellos que no tienen familia o la arman y desarman en otro cínico trabalenguas amparados en el silencio y la impunidad.

Esa rabia y desenfado atraviesa la vida de estas dos jóvenes. Uno no tarda en descubrir en ellas los lazos invisibles de la amistad, aunque hay algo más profundo que las vincula: la época de la dictadura militar y la constante persistencia en definirse frente al mundo, tanto desde la identidad despedazada y desgarrada como desde la historia oscura y trágica que las precede igual que una generación completa que hoy bordea los treinta y pico y arrastra, ya sea por acción o por omisión, los fantasmas del pasado de sus padres. Y así, sutilmente y sin eufemismos (igual que sucediera en Cautiva) se va construyendo, a partir del punto de vista de Eva, este relato que aborda el tópico de los hijos de desaparecidos a partir de un enfoque novedoso, poco solemne y evitando -en la medida de lo posible- el trazo grueso desde el guión, adoptando una distancia superadora por parte de la directora que no contamine las subtramas para ceñirse en la anécdota que se quiere narrar.

Sencillamente, Lola fue apropiada ilegalmente de su madre -que la dio a luz en el centro clandestino de la Esma en el año 1977- por un militar apodado el Oso (Jorge D Elía), quien en el presente es denunciado por su hija biológica Alma (Victoria Carreras, conmovedora) tras muchos años de ausencia de su familia. La que toma la iniciativa de contactarse con ella es Eva, hija de un desaparecido que encontró en los amigos sobrevivientes a su familia del corazón.

Presas de la rabia y la confusión, ambas amigas confrontan por la necesidad de conocer el pasado para despejar dudas sobre el presente: en el caso de Lola crece la sensación ambigua de no traicionar a su familia apropiadora, que la crió imposibilitándole reconstruir su pasado con su abuela que la sigue buscando; y para Eva se trata de clausurar un capítulo crucial y nefasto que todavía la ata a su padre, con quien mantiene charlas imaginarias por celular.

Sabrina Farji se cuida de recurrir a los lugares comunes a pesar de que muchas de las situaciones que se presentan a lo largo del film resultan familiares o cotidianas a los ojos del espectador; se apoya con absoluta confianza en un elenco sólido que se adapta a las exigencias de diálogos concisos y poco altisonantes en donde la labor de Celeste Cid, mezcla de niña rebelde y mujer aniñada, descolla frente al resto.

La apuesta a la estética fresca concentrada en la intensidad con acercamientos rabiosos para corregir el encuadre, reforzada en una cámara pegada a los personajes para participar de su intimidad, son los puntos fuertes de un film distinto que refleja solamente algunas debilidades y desaciertos en la construcción narrativa quizá por el mismo peso de una historia originada a partir de un hecho verídico.