Escuela bomba

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Probablemente lleve tiempo determinar el protagonismo histórico que los estudiosos del proceso de desmantelamiento del sistema de educación pública en la Argentina terminen adjudicándoles a la explosión en la Escuela N° 49 Nicolás Avellaneda de Moreno y a sus víctimas fatales, la vicedirectora Sandra Calamano y el auxiliar Rubén Rodríguez. Pero el documental que el Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján y el realizador Juan Mascaró produjeron en menos de un año ofrece datos suficientes para pensar que ese siniestro evitable es tan significativo como la represión desatada en abril de 2017 contra los docentes que intentaron instalar una “escuela itinerante” frente al Congreso de la Nación, como el asesinato del maestro neuquino Carlos Fuentealba diez años antes, como el emplazamiento de la Carpa Blanca frente al mismo Parlamento nacional entre 1997 y 1999, como el escándalo de la escuela shopping en 1991.

Escuela Bomba: dolor y lucha en Moreno se titula este largometraje que aborda el estallido del 2 de agosto de 2018 desde dos perspectivas: en tanto motor que reactivó la movilización popular en defensa de la educación pública; en tanto punta de un iceberg que crece y avanza en nuestro país hace 49 años por lo menos (según la entrevistada María Rosa Misuraca, profesora de la Política Educacional en la UNLu, en 1970 comenzó la conversión sistemática de establecimientos primarios nacionales en provinciales, sin el financiamiento acorde).

A diferencia de la cobertura mediática que replica al comienzo del film, Mascaró evita la definición de Tragedia. En cambio, expone circunstancias de corta y larga data que configuran la muerte de Calamano y Rodríguez en el marco, no de un accidente, sino de un crimen de Estado.

Mabel Zurita, esposa del auxiliar asesinado y maestra en otra escuela pública de Moreno, encabeza la lista de entrevistados, donde también figuran un ex director, docentes, padres, una secretaria de la Escuela Nº 49, maestros que ejercen en otros establecimientos situados en la misma localidad bonaerense, miembros del Departamento de Educación de la UNLu, un integrante del Taller de Estudios Laborales. El Estado aparece representado a partir de recortes televisivos de un anuncio oficial de Carlos Menem durante su primer mandato presidencial, de una charla ofrecida por Esteban Bullrich mientras condujo el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o de la Nación, de un acto oficial de Daniel Scioli mientras gobernó la Provincia de Buenos Aires, de una acto oficial del actual Primer Mandatario Mauricio Macri y de la actual gobernadora María Eugenia Vidal.

Además de repasar los antecedentes históricos que invalidan la reducción de la explosión a una desgracia aislada, y de documentar las iniciativas que personal docente y no docente, padres, alumnos, vecinos de la Nicolás Avellaneda llevan adelante para denunciar el desmantelamiento de la educación pública y reclamar justicia en nombre de Sandra y Rubén, Mascaró da cuenta de una tendencia imputable a la alianza gubernamental Cambiemos: el aumento de intervenciones punitivas, algunas de corte mafioso, contra los maestros que participan de asambleas, marchas, ollas populares y demás manifestaciones de resistencia popular.

En este presente adverso, la tarea de reconstrucción excede las reparaciones edilicias que el también co-autor de Bazán Frías, elogio del crimen registra cámara en mano, con la misma atención que les presta a las distintas instancias de reencuentro entre integrantes de la comunidad escolar en Moreno. La articulación de uno y otro material ilustra la envergadura del desafío que enfrentamos los argentinos convencidos de que la educación formal es responsabilidad de todo Estado respetuoso de los derechos de sus ciudadanos.

A través de Escuela Bomba…, Mascaró renueva su compromiso con el cine que el siempre vigente Fernando Birri reivindicó 57 años atrás en su Manifiesto de Santa Fe: aquél que “muestra las cosas como son, irrefutablemente, y no como quieren hacernos creer –de buena o mala fe– que son”, ese mismo cine que además afirma los “valores del pueblo, sus reservas de fuerzas, sus trabajos, sus alegrías, sus luchas, sus sueños”.