Esclavo de Dios

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

En bandos opuestos

Basada en la teoría de que habría un tercer atentado luego de los perpetrados a la embajada de Israel y la Amia, fue concebida esta ficción.
Ahmed (Mohammed Alkhaldi) es un terrorista libanés, y David (Vando Villamil) un agente de la Mossad en Argentina. Ambos han tenido vidas difíciles y han presenciado, siendo pequeños, el asesinato de seres queridos, lo que influyó en su futuro y sus decisiones. Los dos se encuentran en Buenos Aires en el año 1994, en bandos opuestos, consumidos por su trabajo e ideologías.
La película muestra de forma muy detallada, y cercana, las vidas de ambos, sin justificar sus acciones y sin ponerse del lado de ninguno de ellos. Ahmed ha llevado una vida normal en Venezuela durante diez años, donde ejerció como pediatra hasta ser llamado por su organización. Tiene esposa, un hijo, y todo esto le hace mas difícil llevar a cabo su misión, las dudas y la culpa no le son ajenas. Es ahí donde radica lo interesante de la película, que no hace hincapié en los hechos de violencia solamente, sino en el lado humano de quien está dispuesto a dar la vida por una causa, en sus dudas, y en las presiones de la organización a la que pertenece.
Está claro que más allá de sus puntos en común, David debe atrapar a Ahmed antes de que se lleve a cabo otro atentado. La actuación de Vando Villamil, es excelente, como un agente implacable, que solo vive para su trabajo, y que se siente torturado cuando comienza a hacerse ciertos cuestionamientos.
Filmada de forma prolija y dinámica, técnicamente impecable y con muy buenas escenas de acción, la película logra ofrecer también momentos tan sencillos como conmovedores.
El final deja un poco que desear, cerrando la historia de un modo un tanto forzoso y con algunos lugares comunes, lo que no la desmerece demasiado, y aun así consigue destacarse entre otras películas de la misma temática.