Esa mujer

Crítica de Manuel Yáñez Murillo - Otros Cines

En la edición de 2017 del Festival de Cannes, Michael Haneke presentó Happy End, una ácida relectura del conjunto de su misantrópico universo. Se trataba de unos greatest hits que, pese a introducir un pequeño grado de autoironía, no aportaban nada particularmente significante a la galaxia hanekiana. Esa mujer, el nuevo trabajo del gran cineasta chino Jia Zhang-ke estrenado también en la Competición Oficial de Cannes, pero de 2018, corre el riesgo de caer en el mismo pozo de pereza creativa del que hacía gala Happy End.

De partida, el film comienza reimaginando a la protagonista de Unknown Pleasures (2002), la tercera película de Zhang-ke. La ficción nos lleva hasta el año 2001 y Qiao Qiao, interpretada por Zhao Tao, la eterna musa del cineasta chino, luce su inconfundible peinado a lo Uma Thurman en Tiempos violentos / Pulp Fiction. Qiao Qiao ha abrazado su rol de novia del gangster y se mueve como pez en el agua por el universo jianghu, una suerte de versión china de la Tríadas de Hong Kong o la yakuza japonesa. Todo parece ir bien hasta que la fatalidad hace acto de presencia, se produce una elipsis de cinco años y el relato se desplaza hasta la Presa de las Tres Gargantas, en 2006, la época y el escenario de Naturaleza muerta, el film con el que Jia Zhang-ke ganó el León de Oro de Venecia.

La sensación de déjà vu no termina ahí. El amplio arco narrativo de Esa mujer lleva al espectador hasta la actualidad, cerrando una estructura de tres actos/tiempos que remite a la de Lejos de ella / Mountains May Depart (2015). También aparecen OVNIs y coloristas mensajes en las pantallas de los móviles (como en The World, de 2004), industrias mineras al borde del cierre y nuevos complejos de viviendas, como los de 24 City (2008). En esta tesitura autorreferencial, Jia Zhang-ke confirma su talento a la hora de hilar las odiseas íntimas de sus personajes con las transformaciones socio-políticas de China, y del conjunto del mundo globalizado. La turbulenta historia de amor entre Qiao Qiao y su gangster (interpretado con lacónico estoicismo por Fan Liao) sirve de caja de resonancia para las contradicciones nacionales: mientras de fondo retumba la promesa de la modernidad y la prosperidad, lo único que vemos en pantalla son estadios deportivos en ruinas, ciudades cochambrosas y rituales tradicionales (el primer acto del film podría competir con Election, de Johnnie To a la hora de acumular signos de la liturgia gangsteril).

La acumulación de rasgos reconocibles del cine de Jia Zhang-ke podría convertir a Esa mujer en un puro acto de ombliguismo; sin embargo, la película contiene elementos que le otorgan una vivacidad incuestionable, en particular la creciente maestría del cineasta chino para la modulación interna de las secuencias, allí donde la puesta en escena se encuentra con la dramaturgia. Es especialmente reseñable una larga escena filmada en plano secuencia en la que dos amantes dirimen sus diferencias. En otro periodo de su carrera, Jia Zhang-ke podría haber resuelto la situación con el prolongado silencio de unos personajes condenados a la estasis. Sin embargo, aquí hallamos un complejo juego de movimientos, acercamientos y alejamientos de los personajes respecto a la cámara, confesiones impetuosas y frases meditadas. Un festín de texturas dramáticas y lumínicas que enriquecen el lamento melancólico de una película que se pregunta por lo que queda de humano en una nación abocada a una modernidad sin cimientos.

Comentario aparte merece el trabajo de Zhao Tao, probablemente la actriz más relevante e icónica del siglo XXI (solo Kristen Stewart puede rivalizar con la intérprete china a la hora de capturar el aire de su tiempo). Su manera de deambular por la frontera entre la tradición y la modernidad, su modo discreto, pero al mismo tiempo decidido, de encarnar la más profunda melancolía y la más rotunda dignidad, la han convertido en una brújula necesaria (compasiva y doliente) para comprender nuestro desconcierto, perplejidad e indiganción ante la realidad contemporánea. Aunque solo fuera por esto, ya deberíamos agradecer a Jia Zhang-ke la creación de Esa mujer, una película que podría apuntar hacia un fin de ciclo. El director de Platform parece estar en un momento similar al que atravesó Hou Hsiao-hsien, su gran referente, a finales de los años '90, cuando terminó su ciclo histórico/autobiográfico y se lanzó a un terreno más experimental con títulos como Flores de Shanghai, Millennium Mambo o Café Lumière, sin dejar nunca de ser él mismo. Cuánto nos gustaría ver a Jia Zhang-ke iniciar un periodo de nuevas exploraciones. Por el momento, le dedicamos una reverencia y un “hasta pronto, maestro”.