Esa mujer

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Escrita y dirigida por Jia Zhang Ke ("Lejos de ella"), “Esa mujer” sigue a Qiao desde el 2001, una joven enamorada de un hombre que lidera un grupo mafioso. “Para gente como nosotros es matar o morir”, le dice él cuando le quiere enseñar a usar y que se acostumbre a portar un arma.
Pero cuando él es atacado violentamente por una pandilla, ella se baja a defenderlo con ese arma… y termina encerrada en prisión.
Qiao pasa cinco años encerrada y al salir cree que él va a estar ahí, esperándola. El hombre al que le salvó la vida. Sin embargo él se escapa de ella y pronto se entera que está en pareja con otra mujer. Qiao deambula reencontrándose con lo y los que se quedaron ahí afuera mientras ella cumplía su condena y con el tiempo logra volver a insertarse en el mundo de la mafia.
Las ideas y vueltas los terminan juntando una y otra vez. Pero también está allí el contexto social de la China en la que viven, en una época de cambios constantes. “¿Sabías que en China la palabra crisis también significa oportunidad?”, le contaba Lisa a su padre Homero Simpson.
Qiao demuestra ser una mujer capaz de adaptarse, aunque cada uno de esos cambios duela y su país de a poco se vaya tornando irreconocible. Jia Zhang Ke narra su película siguiendo a este personaje, pintando un poco el universo en el que se mueve, y retratándolo con mucho cariño y belleza.
La música también cumple su función narrativa y al mismo tiempo termina de acentuar climas melancólicos como la canción de amor que se repite en dos emocionantes escenas que tanto conmueven a Qiao.
Porque si bien la primera parte del relato está cargada de violencia, luego de su salida el mundo no será mucho menos hostil pero el registro es más acorde al drama que al policial. Y ahí la vemos a Qiao haciendo uso de su conocimiento e ingenio para sobrevivir a través de pequeñas estafas callejeras.
La interpretación de la actriz fetiche del director, Zhao Tao, como Qiao es hermosa. Por momentos acarreando una trama llena de amargura con el toque necesario de dulzura para que todo resulte menos horrible.
El realizador se toma su tiempo para ir construyendo su trama a partir de los detalles (como manos que se toman o largas miradas en silencio que dicen mucho más de lo que podrían decir las palabras) y en ese caso quizás la duración de un poco más de dos horas puede sentirse cerca del final.
“Los tiempos están cambiando”, canta Bob Dylan y de esa misma melancolía está impregnada esta bella película que conmueve desde el lado más puro de su protagonista, simplemente una mujer que no tiene otra opción que mirar hacia adelante.