Entre viñedos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Lo nuevo de CédricKlaplisch cumple con la regla básica de su cine, ser un drama cálido que entretenga y esboce alguna sonrisa, pero no dejar demasiado en su contenido.
El francés CédricKlapisch tiene una extensa filmografía – más allá de hacerse popular con la exitosa Las muñecas rusas en 2005 – que lo ha llevado a convertirse en un emblema de ese cine galo alejado de la nouvelle vague y de la franca comedia del estilo de Francis Veber. Su sello es el drama amable, o la comedia dramática, con toques cálidos, personajes variopintos, y la mirada siempre puesta en las relaciones amorosas de personas mundanas. Un cine pasatista de elite.
Entre viñedos no es más que eso, otro exponente de su cine más tradicional. Que no aporta sorpresa alguna, pero tampoco desencanta.
Esta es la historia de tres hermanos, pero es la canción de Silvio Rodriguez, el asunto es bastante más liviano. Jean, Juliette, y Jeremié deben encargarse del viñedo familiar ante el fallecimiento del padre del trío.
En realidad, Juliette y Jeremié, los menores, ya se encargan de los viñedos hace un tiempo. El que vuelve a casa tras diez años es Jean. También el que más diferencias presentaba con su padre.
A través de una serie de flashbacks cortos, iremos descubriendo cómo era la relación que ese hombre tenía con sus hijos, las enseñanzas que les fue dando mediante el conocimiento de la tierra y la uva. Enseñanzas que obviamente podrán aplicarse más allá del cultivo.
Los tres hermanos tuvieron una educación dura para con un hombre que si bien no era severo, sí estricto. Así, cada uno forjó un carácter distinto. Adivinen quién de los tres era el que más chocaba y el que menos parecía entender de viñedos.
Kaplisch no solo se limita a analizar a estos tres hermanos con el recuerdo de su padre. Como cada uno tiene una personalidad diferente, también cada uno tendrá su historia, todas del tinte sentimental romántico.
Está el que tiene problemas con su pareja, el que debe decidir entre su familia de base y su nueva familia, y la que se mete en los problemas de los demás. Y siempre el vino de por medio, los racimos de uva, y los toneles para pisar, como medio para dejar mensajes de superación y bienestar.
Entre viñedos se sigue siempre con algo de interés y con u tono parejo. Su tono es amable y cálido, y permite que se sigue sin caer en pesadumbres. Pero sus casi dos horas de duración afectan en el resultado de algo que pudo resolverse mucho antes.
Si bien no hay grandes baches narrativos, tampoco parece haber demasiado para contar, por lo que la sensación es la de algo estirado de por más.
Pio Marmai, Ana Giradot, y François Civil como Jean, Juliette y Jeremié respectivamente, tienen química entre sí, y cumplan con las características que el film propone.
La fotografía soleada y el montaje suave aumentan esa sensación de calidez pasatista que propine Klapisch.
Entre viñedos es como un dulzón vino comprado en supermercados, se saborea, gusta, y deja una sensación agradable durante un rato. Pero la falta el cuerpo, la fuerza, y el vigor, de una buena cosecha de bodega.