Entre la razón y la locura

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Mel Gibson contrató a Sean Penn para ambos protagonizar a quienes fueron los hacedores del primer “Diccionario Oxford de la Lengua” Inglesa, un asunto que se inició en 1878 y que los académicos de entonces le solicitan a James Murray (Mel Gibson) su realización, tarea titánica, historia verídica.

Pero esta es la segunda presentación de los personajes, en la primera, con la que abre el filme, vemos a William Chester Minor (Sean Penn) corriendo en medio de la noche londinense a quien él supone es su perseguidor, tiene la certeza que quieren matarlo. Termina matando a su supuesto acosador, en el juicio sabremos que William es un médico militar yankee, retirado y padece una enfermedad mental, en principio paranoia.

El inevitable encuentro entre ambos tarda demasiado en llegar, William es recluido en Broadmoor, un nosocomio para enfermos mentales. En tanto James Murray, que en realidad era un autodidacta casi genio, docente universitario de lengua inglesa, lingüista, filólogo, escritor, ensayista, poliglota, choca contra las limitaciones de la época, contrata ayudantes para la tarea. Cada palabra es casi un imposible (iba a escribir “parto”, pero sería demasiado). Esta situación, sumado a su vida familiar, debería conformar una de las subtramas del filme, pero nunca se instala como con peso propio. Salvo al final, y gracias a la presencia Ada Murray (Jennifer Ehle) su esposa en los claustros de Oxford, para defender al padre de sus hijos, sino no tendría ningún sentido su construcción y desarrollo dentro del relato.

Paralelamente no van conformando otra subtrama, la que implica al militar encerrado y la relación que establece con Eliza Merrte (Natalie Dormer) la viuda del hombre asesinado al principio del filme. Aquí no sólo entra a jugar el desarrollo de esta relación, que va en ella, desde el odio más extremo a la misericordia, pasando por muchos otros sentimientos y estadios. En tanto desde él, que transita desde la culpa a la necesidad de redención, mientras comienza a colaborar con el diccionario desde la celda en que se encuentra, con una producción de 10000 definiciones.

Es en esta parte del relato que se fortifica toda la narración, no sólo por las transformaciones que se van produciendo en ambos personajes, sino que su progresión dramática está sustentada por el interés que despierta y las brillantes actuaciones.

En este sentido el esperado encuentro a los que hace mención el título, pierde consistencia, para luego mostrarse insustancial, podría haber seguido erigiendo en paralelo pues la trama principal nunca puede desplazar en importancia y atractivo a la del prisionero y la viuda.

Entre otros problemas de la producción, es sabido que tuvo muchos en los 20 años que tardaron en realizarla y estrenarla, aunque esto no justifica la impericia en la forma de contar una historia, encontramos un apresuramiento en el cierre de la narración, a punto tal que algunos de los temas abiertos y expresados no tienen resolución, otros se diluyen dentro del mismo relato cuando tratan de focalizar en la trama principal y no lo logran.

Esta producción sí posee una muy buena dirección de arte, desde la recreación de época, incluidos el vestuario, maquillaje, la escenografía, la fotografía y la banda de sonido que no desentona. El problema podría decirse que tampoco se encuentra en el guión literario, sino en la idea del guión técnico, ese que define como contarán la historia, a qué se le dará más importancia, la que establece simultáneamente el diseño de montaje.

Es tal la inestabilidad del relato que ese montaje paralelo termina agotando al espectador, tampoco ayudan demasiado los flashbacks que intentan explicar el origen de la locura del médico militar, no tiene ninguna importancia narrativa. Sumado al cercenamiento de casi el 25% del metraje original, no es nada difícil que se noten los fallidos y las costuras del texto.

Si algo hay para rescatar son las actuaciones, Mel Gibson no sólo no desentona, está muy bien, mientras que Jennifer Ehle, como siempre, cumple con creces en su performance, Natalie Dormer es una actriz a tener en cuenta, ya la hemos visto en varias producciones, pero aquí no queda opacada al lado de Sean Penn, y es mucho decir, ya que, como dijo Robert De Niro cuando le entrego a Sean el “Oscar” por “Milk” (2008), nos engañó otra vez, nadie podría suponer que realmente sufre deóesquizofrenia paranoide.