Entre la razón y la locura

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La condena de la filología

Proyectos en los que un creador independiente se enfrentó a algún gigante de Hollywood o a alguna productora pequeña, mediana o grande hubo muchos a lo largo de la historia del cine, por lo que el caso de Entre la Razón y la Locura (The Professor and the Madman, 2019) no es precisamente una excepción. Mel Gibson venía con la idea de adaptar el libro The Surgeon of Crowthorne (1998), de Simon Winchester, desde hace dos décadas y se había propuesto dirigir él mismo el film, no obstante cuando la producción finalmente comenzó se decidió a contratar a un hombre de su confianza, Farhad Safinia, el iraní coguionista de Apocalypto (2006). Tendiente a querer controlar todos los aspectos de la película, entró en conflicto con la productora Voltage Pictures por pasarse de presupuesto y no ponerse de acuerdo en materia de las locaciones a utilizar, situación que derivó en que Gibson y Safinia abandonen el proyecto y sean reemplazados de inmediato por colegas.

La esperable demandar posterior de la Icon de Gibson para evitar que la propuesta fuera estrenada, alegando que no se les permitió finiquitarla, no resultó a favor del señor y por más que él y su testaferro de turno hicieron todo lo posible para boicotear el opus y no promocionarlo, hoy lo tenemos delante nuestro: más allá de esta telenovela industrial y la lucha de egos y dinero invertido entre productores y realizadores que se confunden entre sí, sinceramente la película es bastante floja porque en esencia recae primero en uno de los problemas más comunes del cine pomposo contemporáneo, léase una duración excesiva que no se sostiene casi nunca desde una narración fofa y de pocas ideas, y segundo en esa serie de inconvenientes que a veces caracterizan al Gibson director, hablamos de su tendencia a la exageración heroica clasicista -sobre una base de redención de tipo cristiana- que puede ser intermitentemente interesante o francamente ridícula en sus fatuas ínfulas.

El libro de Winchester en el que está inspirada la historia retrata la relación entre James Murray (Gibson), el editor del Oxford English Dictionary desde 1879 hasta su muerte, y William Chester Minor (Sean Penn), un cirujano del ejército estadounidense y veterano de la Guerra Civil de su país que enloqueció progresivamente y -producto de su paranoia- mató en Londres a un hombre llamado George Merrett (Shane Noone). El errático guión de Safinia, con correcciones varias de Todd Komarnicki a expensas de Voltage Pictures, se toma demasiado tiempo -y demasiados flashbacks, vueltas y apuntes innecesarios- para por fin llegar al encuentro de ambos protagonistas promediando el metraje, con ese Murray políglota y erudito autodidacta que trata de ayudar a un Minor que está encerrado por su crimen en el Hospital Broadmoor, quien a su vez auxilió a James enviándole miles de términos para sumar al diccionario, el más voluminoso y mejor documentado de la lengua inglesa y reemplazo práctico de su rudimentario homólogo de Samuel Johnson de 1755.

A pesar de que se agradecen la denuncia del carácter deshumanizador de la psiquiatría y el cuidado en lo que respecta a los personajes, a decir verdad todo el episodio de la relación romántica entre Minor y Eliza Merrett (Natalie Dormer), la viuda de la víctima del anterior, no agrega nada al desarrollo y enfatiza la estrategia recurrente de Gibson -y de Hollywood en general- de tomar acontecimientos históricos reales y exagerarlos para construir una coctelera que deje contentos a todos vía un melodrama profesional/ psicológico/ épico/ institucional/ sensiblero volcado a las proezas y una infaltable superación personal que no convence a nadie por fuera de los lelos fanáticos de los manuales de autoayuda, la literatura rosa y todos esos latiguillos redundantes del marketing disfrazado de cultura, aquí paradójicamente convirtiendo a la filología más en una condena que en un factor redentor. Vale aclarar que la obra de Safinia no llega a ser un desastre porque incluye chispazos de brío y honestidad que pasan a complementar las buenas actuaciones de Penn y Gibson…