En un mundo mejor

Crítica de Roxana Garcia - Loco x el Cine

En un mundo mejor, las comparaciones a veces no son buenas.

Antes de poder escribir sobre la película, incluso antes de verla pensé cómo sería estar en un mundo mejor. Muchas cosas se me ocurrieron, pero en ningún momento pensé específicamente en el concepto violencia. Eje central de esta historia y claro ejemplo de que la misma reside en todas partes, todo el tiempo.

Incluso en la lejanía de los conceptos que plasmé en mi cerebro, muchos de ellos están ligados a la violencia aunque uno no lo crea. En la naturaleza existe la violencia, y necesitamos de ella para vivir mejor por más civilización que prediquemos.

Susanne Bier, una directora que encara un tema duro con una delicadeza tan intensa y bella como solo una mujer puede hacerlo, nos muestra contradicciones necesarias para entender que si algo existe es porque tiene su opuesto. La vida está lleno de opuestos y por más que deseamos paz siempre habrá alguna guerra por librarse. Así de triste, así de lamentable.

“En un mundo mejor” nos presenta a Anton (Mikael Persbrandt), un médico idealista separado de su mujer que pasa parte de su tiempo en una misión humanitaria en un centro de refugiados en África, mientras uno de sus hijos: Elías (Markus Rygaard) es blanco constante de burlas y maltratos por sus compañeros de colegio en Dinamarca. Por otro lado, está Christian (William Jøhnk Nielsen) que acaba de perder a su madre, odia a su padre por lo sucedido y afronta su dolor con extrema violencia. Una vez que ingresa al colegio de Elías, ambos se harán muy amigos y juntos iniciarán un juego de venganza y odio, que podrán en jaque los ideales de Anton.

Lo importante del filme es cómo Bier logra mostrar cómo la violencia se infiltra en cada momento, incluso donde el paisaje nos indique lo contrario. Ahí donde no está pasando nada, ahí está gestándose más dolor y mayor violencia. Si la gran fotografía a cargo de Morten Søborg, es de lo mejor que visto en larga data, hay detrás de esa gran contradicción en el relato lo que más fricción genera en el espectador, como si detrás de la belleza que nos da la madre naturaleza, existe una fealdad construida por el hombre que a veces no se ve pero está ahí latente. Nada parece estar bien, y nada parece muy correcto. Me animó a decir, que tanta dicotomía plantada en el filme genera mayor decepción al terminar de hacer el análisis del mismo. ¿El dolor y la violencia que sufren los africanos en guerra es el mismo dolor y violencia que pueden sufrir los niños de clase sociales altas en Dinamarca? ¿Es lo mismo, morir de hambre, fusilado, desangrado por un loco, que ser violentado en un colegio, maltratado por los compañeros, e incluso ante la pérdida de un ser querido que ha tenido una enfermedad terminal? Es ahí, donde no siento tan cómoda, que las comparaciones no son necesarias y donde, sin dudas, el sufrimiento de cada uno es totalmente personal y subjetivo y donde parecen sonar como extremos desiguales de un concepto general llamado violencia.

El filme es técnicamente perfecto: reitero que su fotografía es excepcional, el trabajo de dirección de actores es impecable. El joven Nilsen logra transmitir un magnetismo con la cámara, que pocos actores de su edad pueden. Se nota que hay mucho talento a explotar. Mientras que la madre de Christian y mujer de Anton, la actriz Trine Dyrholm es cautivamente no sólo por su belleza si no por su papel de la única mujer de la historia que va a la confrontación sin miedo a pelear por sus hijos, todas las veces que sea necesario.

“Hævnen”, así es su título original, ha sido ganadora de un Oscar a Mejor Película Extranjera en la última entrega y de un Golden Globe. Más allá de ser una gran película a nivel técnico, me he quedado con una mezcla incierta de dudas sobre su guión pero no sobre su mensaje, el que considero muy correcto a pesar de usar comparaciones que no arrastran a un juego que podría terminar no siendo del todo positivo para el filme.

Sin dudas, el idealismo de no violencia que expresa todo el tiempo Antón me parece muy bien logrado en cada trama de la historia. Lo que aún no me cierra es porqué era necesario llevar la extrapolación a un espacio donde no hay opciones para que no exista tal violencia y donde las condiciones de supervivencia son tan difíciles como viables. Sin África, hubiese considerado el filme de lo mejor del año pero me dejó a ahí, a mitad de camino entre la incertidumbre y cierta decepción.