En un lugar de Francia

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El paciente francés

Es un gran filme sobre relaciones, no sólo entre un médico y sus pacientes, sino entre “gente como uno”.

Nadie podrá decir que el director Thomas Lilti no sabe de lo que habla cuando cuenta en En un lugar de Francia la historia de un médico rural. Porque Lilti antes de emprender el camino de cineasta fue médico él mismo. Lo es, y ejerció también realizando suplencias en el ámbito rural de su país. Así que Médecin de champagne, en el original, estará reñida de su propia experiencia, aunque uno supone no tan dramática como la que vive Jean-Pierre, el protagonista.

Pero vayamos por partes. Porque si el filme tiene como centro a este médico rural querido por todos en su pueblo, es en esas relaciones donde anida lo importante. A Jean-Pierre todos lo reciben con placer, con la confianza con la que uno deja entrar a su casa a un amigo. El no lo dice a nadie, pero tiene una enfermedad probablemente incurable, por lo que acepta a regañadientes que otro médico lo comience a acompañar en su tarea y sus visitas rurales.

Ese colega será femenina (Marianne Denicourt) y Jean-Pierre no se la hace fácil: aquí el director se permite unas cuantas humoradas, ya que el tono de la película es el de la comedia dramática, pero sin exageraciones en el último adjetivo.

La profesión de Jean-Pierre parece extinguirse. El lo presiente y después de estar tantas décadas atendiendo pacientes los siente más cercanos, les ha prometido cosas (a uno, que nunca lo internaría y llegado el momento lo dejaría morir en su casa en el campo, y así). Es que simboliza al médico al que se le confiesa, al que prefiere estar al lado de sus pacientes y le rehúye a los hospitales.

Ese trabajo en sintonía con Nathalie -que ha sido previamente enfermera y no ha ejercido demasiado como médica- es lo que le plantea el mayor desafío a Jean-Pierre. Y el espectador está allí, conociendo a uno y a otra. Y sintiéndose parte de la historia: eso que es esencial en la experiencia cinematográfica, el joven Lilti (40 años), lo logra.

Tal vez, porque Jean-Pierre se preocupa más por la salud de todo el resto que por la suya propia. Quizá, porque Lilti le escapa hasta donde puede al clisé de la atracción y/o relación amorosa entre los protagonistas. Como sea, En un lugar de Francia permite gozar de una trama muy bien llevada, que siempre va hacia adelante y no repite, y por otra gran actuación de François Cluzet (el cuadrapléjico de Amigos intocables). Porque no parece componer sino sentir el personaje, y de esa manera consigue que desde la platea compartamos las vivencias de Jean-Pierre como si fueran las de un ser querido. Tanto como lo quieren sus pacientes.