Elena

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una sociedad con acentuadas diferencias

Andrei Zvyagintsev es uno de los nuevos directores de Rusia y uno de los más aclamados por la crítica. Este es su tercer largometraje. Los previos fueron El regreso (2003) y El destierro (2007). Los tres son dramas familiares.
Pero el director utiliza las historias para hablar de la realidad actual en Rusia, la del libre mercado, el consumismo y las mafias, también enquistadas en el poder.
Una sociedad que vivió ochenta años bajo la ideología marxista, pero tras la caída del comunismo convirtió el dinero como su "nuevo ídolo", y donde las diferencias sociales no sólo se mantienen sino que parecen haberse acentuado.
La protagonista es Elena. Está casada con Vladimir, un hombre de negocios ya mayor, jubilado y amante de la música clásica, que acumuló una fortuna. Es atendido por Elena, que se comparta más como mucama que como esposa.
Ambos proceden de mundos sociales diferentes y se conocieron en un hospital, donde ella trabajaba de enfermera y él fue internado por una peritonitis.
Vladimir tiene una hija de un matrimonio anterior, veinteañera, incrédula y desfachatada, llamada Katya, quien le dice al padre que ella "nunca fue la principal preocupación de su vida". Vladimir la califica de hedonista y Elena dice que es una irresponsable y descarriada.
Elena, a su vez, tiene un hijo, también de un matrimonio anterior. Se llama Serguei, es un holgazán casado con Tanya y tiene dos hijos: uno es un bebé y el otro un adolescente, de nombre Sasha, a quien no le agrada estudiar.
Para poder ingresar a la universidad y eludir el servicio militar, Sasha necesita dinero. Y esta cuestión deriva primero en drama y luego en tragedia. El origen del guión habría sido una experiencia familiar del coguionista Oleg Negin.
El otro quiebre en la historia es un infarto de Vladimir mientras practica natación en un gimnasio cinco estrellas. Ambas situaciones son presagiadas, en la intención del director, por dos cuervos que aparecen en el inicio del relato.
A través de esas variables narrativas y de un sinnúmero de gestos cotidianos, mostrados con vocación detallista, el director explora, más allá de las simples apariencias, las contradicciones de esa sociedad que se debate entre la occidentalización y la fidelidad a sus tradiciones.
Algunos críticos europeos han querido ver este filme como una versión moderna del clásico de Eisenstein, Lo viejo y lo nuevo (1929), también conocido como La línea general.
La película fue premiada en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes de 2001. También debe destacarse la excelente actuación de Nadezhda Markina en el complejo personaje de Elena.