El vicepresidente: Más allá del poder

Crítica de Brian Bahar - Cinergia

El segundo

Dick Cheney fue posiblemente una de las personas más poderosas del mundo durante la década del 2000 y a la vez más desconocidas, incluso por gran parte de los Estados Unidos, país donde fue el vicepresidente de George W. Bush durante ocho años y hay quienes dicen que fue él quien realmente manejaba la Casa Blanca y tuvo una gran implicancia en la guerra con Irak.

Es tan desconocida su historia que el director Adam McKay decidió llevarla al cine con El Vicepresidente: Más allá del poder, claro, con su estilo único lleno de ironía y juegos de montaje.

Quien se pone en la piel de Cheney es nada más y nada menos que Christian Bale, actor que en varias veces ya hemos visto cambiar su fisonomía para interpretar distintos papeles, desde la delgadura extrema en El maquinista (The Machinist, 2004) pasando por un musculo Bruce Wayne en la trilogía de Dark Knight hasta llegar a este sexagenario, canoso, con poco pelo y robusto hombre, en quizás uno de sus mejores papeles de su extensa y reconocida carrera. Este papel ya lo ha hecho ganar todos los premios a la categoría a mejor actor en las entregas que se llevaron a cabo hasta ahora y es el gran favorito para llevarse el Oscar a esta categoría, sobre todo teniendo en cuenta que a la Academia le encantan las actuaciones que implican un gran cambio físico, tal como sucedió el año pasado con Gary Oldman y su interpretación de Churchill en Las horas más oscuras (Darkest Hour, 2018).

El elenco lo completan Amy Adams como Lynne Cheney -esposa de Dick-, Steve Carell como Donald Rumsfeld -su mentor en la política- y Sam Rockwell como el Presidente George W. Bush. Todos con prótesis y maquillaje que logran parecerse a la perfección a sus personajes.

Si hay algo que se destaca de esta biópic es la forma de contarla que eligió McKay, reconocido director de Saturday Night Live, las películas de Anchorman y La gran apuesta (The Big Short, 2015) la cual se parece en varios aspectos con este film al ser un drama narrado desde la ironía y con recursos de la comedia, especialmente por los juegos de montaje utilizado. Sin dudas este estilo -ya un sello propio del director- logra que la historia se vuelva interesante para todos dotándola de frescura -con algunas excentricidades- algo que no es común ver en los dramas biográficos.

Sin embargo, en la segunda mitad de la película, la cual se centra exclusivamente en sus años como vicepresidente de Estados Unidos y su fundamental implicancia en la guerra con Irak este estilo va desapareciendo de a poco hasta tornarse una película dramática tal como solemos conocerlas y un tanto engorrosa de comprender, dando a entender que lo que se relata allí es un tema “serio”, y es ahí donde uno se da cuenta que sin esos recursos la película se vuelve “una más” hasta se llega a preguntar si es necesario que hayan hecho una película sobre este hombre.

En conclusión, El vicepresidente es una película interesante desde sus actuaciones y recursos técnicos, con algunas escenas que pueden sacar algunas risas, pero un tanto difícil de comprender en sus momentos culminantes.