El silencio es un cuerpo que cae

Crítica de Pachi Laurino - Visión del cine

El silencio es un cuerpo que cae, ópera prima de Agustina Comedi, que tuvo su paso por el 20 BAFICI llega a las salas comerciales.
“Cuando vos naciste, una parte de tu papá murió para siempre”. Con esa frase comienza el documental de Comedi.

Pienso, mientras tengo la hoja en blanco frente a mí, qué contar y qué insinuar para que por ustedes mismos puedan descubrir lo que Agustina Comedi quiso contarnos en El silencio es un cuerpo que cae. El film comienza, probablemente con esa frase como disparador para Comedi, (re) descubriendo a su padre: Jaime.

Jaime filmaba todo con su cámara hogareña y en eso se apoya la directora para ir juntando los pedazos del pasado que vivió y que le contaron. Jaime era su papá. Pero antes de eso era militante de izquierda en plena dictadura militar en Córdoba y desde su adolescencia y gran parte de su juventud tuvo amantes y hasta una pareja por más de diez años. Lo que su hija no sabía (así como tampoco su mamá) era esa militancia política y LGTB. Jaime era homosexual.

El silencio es un cuerpo que cae comienza dentro de lo privado, de lo familiar. Con las grabaciones caseras realizadas por Jaime, con entrevistas a familiares y amigos (algunos quieren hablar, otros no. Algunos muestran su cara, otros no). Pero a medida que avanza la película, lo particular le queda chico y la directora lo entiende virando parte de la historia a lo que sucedía en aquellos años de militancia y homosexualidad.

Jaime muere cuando la directora tiene tan sólo 12 años. En off, en varias ocasiones, se pregunta las cosas que nunca le pudo preguntar a él. Qué sentía cuando las llevaba junto a su mamá de viaje a los mismos lugares que fue muchos años atrás con sus amantes. Se pregunta y pregunta, por esas vidas “en la oscuridad” que debía llevar Jaime y sus amigos y amigas.