El silencio es un cuerpo que cae

Crítica de Noelia Giacometto - Cinéfilo Serial

“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo” -Franz Grillparzer-

Todos somos capaces de crear nuestras propias cárceles, da igual dónde vivas. Puedes crear rejas tan fuertes con el simple poder de tu mente y tu corazón, de los que jamás podrás escapar… Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?

“El silencio es un cuerpo que cae”, la primera película de Agustina Comedi, construye el relato desde material recuperado entre más de 160 horas que va desde 1986 con viajes, cumpleaños familiares, fiestas infantiles, actos de colegios, museos, espectáculos, hasta el momento justo antes de la muerte de Jaime, su padre (cae de un caballo, con cámara en mano, durante un asado familiar en 1999).

A partir de películas caseras en 8mm y VHS, explora un pasado personal y a su vez descubre en sus pliegues el retrato político y social de una época, en que la línea entre lo privado y lo público es muy estrecho y ocupa un rol transversal dentro de la narrativa del audiovisual. Expone un lado muy íntimo en relación a su padre, una historia intrafamiliar tan propia como de muchos. Un padre con un pasado oculto, una vida del que ella no tenía idea hasta mucho después de que éste falleciera, es reconstruido a través de testimonios de personas que vivieron los años ’70 y ’80 cercanos a Jaime, pero sobre todo a través de material fílmico que él mismo grabó a lo largo de su vida. Un documental sin una estructura convencional, construido a partir del found footage, crea una cinta impactante y reflexiva.

Una historia marcada por la sexualidad y el activismo político, un falso militante comunista que se iba a cruceros gays en Miami o viajes de placer a Europa post dictadura; se muestra el espacio que ocupaba lo personal dentro de la militancia en esas décadas. Todo lo que fue tras abandonar su entorno gay y someterse a una vida “normal” heterosexual. “Cuando se acabaron los comunistas, les siguieron los putos y putas”, dice un entrevistado tratando de elaborar una reflexión histórica sobre los tiempos finales de la represión, pero que no consta literalmente como pasado de su propio padre.

El trayecto durísimo sufrido que ha tenido que atravesar el movimiento LGTBI (siglas que designan colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales), donde ser lesbiana y militar en un sector de la izquierda significaba un juicio al interior de esa corriente política (el relato de Paloma es estremecedor), donde el “vestirse de mujer” era hacer activismo mucho antes de que el activismo LGTBI existiese con tanta popularidad, donde la corporalidad del deseo era existir, ser, resistir.

En síntesis, la historia de Jaime es una excusa para encauzar y retratar los prejuicios ante la identidad sexual más allá de un partido político, al mismo tiempo del cómo influía también en ello durante aquel tiempo. Por otra parte, se hace una lectura sobre una jaula mental y el sufrimiento de alguien que debió negar su identidad o sacrificarla por mandatos sociales.