El séptimo hijo

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

No hay nada nuevo en el mundo mágico de película

"El séptimo hijo", inspirado en otra saga literaria juvenil, se agrega a una lista de propuestas similares.

Thomas Ward tiene 13 años y es el séptimo hijo de un séptimo hijo, una circunstancia que le garantizará poderes mágicos especiales, según toda la mitología existente sobre el punto.

Thomas vive feliz en una granja junto a sus padres, su hermano y su cuñada embarazada, aunque el idilio se termina cuando viene a buscarlo un Espectro para llevárselo como aprendiz.

Junto a ese personaje entre parternal y aterrador, el muchacho deberá enfrentarse a criaturas malignas: brujas, boggarts, espíritus y aparecidos.

Durante ese tiempo, Thomas descubrirá los secretos del espectro, se someterá a pruebas terroríficas y aprenderá que no debe confiar en chicas con zapatos de punta.

Entonces llegará Alice, y detrás de ella, la Madre Malkin, una malvada hechicera.

Por allí -palabras más, puntos menos- circula el argumento de El aprendiz del Espectro, la novela fantástica juvenil de Joseph Delaney en la que se inspira El séptimo hijo, película del mismo director de las épicas Mongol -nominada a los Oscar a mejor película extranjera 2007-, y Nomad, el guerrero -candidata a los Globo de Oro en 2005-, entre otros títulos y varios guiones.

Ben Barnes -el Príncipe Caspian de Las crónicas de Narnia- interpreta a un Thomas un poco mayor que el requerido en la letra original, a expensas de un maestro (Jeff Bridges) tan afecto al alcohol como diestro en el combate contra criaturas oscuras.

Del otro bando, la malvada Marlic (Julianne Moore), completará el terceto de fortalezas para un filme que pone mucho sobre el plano para apostar entre tanta oferta similar.

El tema es que, ni la condición de best seller de las musas, ni los mejores intérpretes, ni las inversiones millonarias, como tampoco las sacudidas de boleterías en los primeros fines de semana de exhibición garantizan que la oferta venga fuerte en contenido.

Es el caso de El séptimo hijo, que en términos generales y técnicos -música, fotografía, efectos, escenarios, coreografías y arte- el despliegue cumple con los requerimientos actuales de impacto, para dar marco a una historia que podría haber aprovechado desde lugares más precisos y profundos.

Allí está la serie de Harry Potter, Las Crónicas de Narnia o El Señor de los Anillos para probar que es posible dar con un entretenimiento espectacular y lleno de significados.

El caso es que el comienzo de esta nueva serie cumple mientras se pliega a la lista de franquicias de acerbo literario que le garantiza a los grandes estudios una importante multiplicación de dividendos, en tanto peguen primero y bien, aún cuando al cabo de varios meses, el espectador común deba recurrir a un esfuerzo de memoria para discriminar este título de entre otros similares.